Los embajadores de Cristo
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se está causando daño y temen que en cualquier momento se venga
abajo. Que un hombre se enzarce en un frenesí de gesticulación no
es prueba de celo por Dios; “porque el ejercicio corporal para poco
es provechoso” (
1 Timoteo 4:8
), dice el apóstol.
El Salvador del mundo desea que sus colaboradores lo repre-
senten y cuanto más cercano anda un hombre de Dios tanto menos
defectuosas serán su forma de dirigirse a los demás, sus maneras, su
actitud y sus gestos. Nuestro Modelo, Jesucristo, nunca se mostró
áspero ni rudo. Era un representante del cielo y sus seguidores deben
ser como él.
Algunos razonan que el Espíritu del Señor seguirá sus designios
para cualificar a un hombre; pero el Señor no se propone hacer el
trabajo que ha dado al hombre para hacer. Nos ha dado facultades de
razonamiento y oportunidades para educar la mente y las maneras.
Después de que nosotros hayamos hecho todo cuanto esté en nuestra
mano, esforzándonos para dar el mejor uso a las ventajas de que
disponemos, podremos mirar a Dios en sincera oración para que
por medio de su Espíritu haga cuanto escapa a nuestras facultades.
Siempre obtendremos poder y eficiencia de nuestro Salvador.
Cualidades para el ministerio
A menudo se causa un gran daño a nuestros jóvenes permi-
tiéndoles que empiecen a predicar cuando aún no tienen suficiente
conocimiento de las Escrituras para presentar nuestra fe de manera
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inteligente. Algunos que entran en el campo son simples novicios
en las Escrituras. También son incompetentes e ineficientes en otros
aspectos. No saben leer las Escrituras sin titubeos, sin pronunciar
mal algunas palabras y amontonándolas de tal modo que la palabra
de Dios sale gravemente perjudicada. Los que no están califica-
dos para presentar la verdad de manera adecuada no deben quedar
desconcertados con su deber. Su lugar no es el de maestros, sino
alumnos. Aunque los jóvenes que desean prepararse para el ministe-
rio obtienen un gran provecho asistiendo a nuestro colegio, también
es preciso que adquieran cualidades de oradores aceptables. Por eso
es necesaria la presencia de un profesor que eduque a los jóvenes y
les enseñe a hablar sin fatigar los órganos vocales. También deben
ser objeto de atención los modales.