Página 409 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 4 (2007)

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Ministros del evangelio
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Cuando es preciso confiar responsabilidades a una persona, no
se trata de saber si es elocuente o rica, sino de si es honrada, fiel y
trabajadora. Porque, sean cuales sean sus logros, sin esas califica-
ciones es altamente inadecuada para cualquier cargo de confianza.
Muchos que han empezado la vida con previsiones halagüeñas fra-
casan porque les falta laboriosidad. Los jóvenes que habitualmente
se reúnen en pequeños grupos en la calle o los almacenes, incluso
discutiendo o cuchicheando, nunca llegarán a crecer hasta la talla de
hombres de juicio. La dedicación continua logrará por un hombre lo
que nada más puede hacer por él. Los que son conscientes de que
crecen día a día tendrán una verdadera vida de éxito.
Muchos han fracasado, estrepitosamente, allí donde debieran
haber tenido éxito. No han sentido la carga del trabajo; se han
tomado las cosas con la misma tranquilidad de quien dispone de
mil años para trabajar por la salvación de las almas. A causa de esta
falta de honestidad y de celo, muy pocos recibirán la impresión de
querer decir lo que decían. La causa de Dios no tiene tanta necesidad
de predicadores como de obreros perseverantes y honestos para el
Maestro. Sólo Dios puede medir las facultades de la mente humana.
No deseaba que el hombre se contentara con permanecer en las
tierras bajas de la ignorancia, sino que se apoderara de todas las
ventajas de un intelecto ilustrado y cultivado. Todo hombre y toda
mujer debería sentir que tiene sobre sí la obligación de alcanzar
las cotas más elevadas de grandeza intelectual, al tiempo que nadie
debiera infatuarse por el conocimiento adquirido. Es privilegio de
todos disfrutar de la satisfacción de saber que con cada paso adelante
se es más capaz de honrar y glorificar a Dios. Podemos beber de la
fuente inagotable: la Fuente de toda sabiduría y conocimiento.
Después de haber entrado en la escuela de Cristo, el alumno
está preparado para iniciar la búsqueda del conocimiento sin que se
maree a causa de la altura a la cual está trepando. A medida que va
de una a otra verdad, obteniendo visiones más claras y precisas de
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las maravillosas leyes de la ciencia y la naturaleza, queda extasiado
ante las maravillosas muestras del amor de Dios por el hombre. Con
ojos inteligentes ve la perfección, el conocimiento y la sabiduría de
Dios extendiéndose más allá del infinito. A medida que su mente se
amplía y expande, su alma se inunda de puros rayos de luz. Cuanto
más bebe de la fuente del conocimiento, tanto más pura y feliz es