Página 411 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 4 (2007)

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Ministros del evangelio
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sus mentes. Ha llegado la hora en que Dios dice: “Ve y cultiva las
habilidades que te di”.
El mundo está repleto de fábulas y errores. Continuamente apa-
recen novedades en forma de espectáculos sensacionales con el fin
de absorber toda la atención de la mente, así como abundan absurdas
teorías destructivas para el avance moral y espiritual. La causa de
Dios necesita intelectuales, pensadores, hombres versados en las
Escrituras que se enfrenten a la marea de oposición. No debemos
dar pábilo a la arrogancia, la estrechez de miras y a la incongruen-
cia, aun a pesar de que puedan estar revestidas de piedad profesa.
Los que tienen el poder santificador de la verdad en sus corazones
ejercerán una influencia persuasiva. Puesto que saben que los abo-
gados del error no pueden crear ni destruir la verdad son capaces de
mantenerse tranquilos y considerados.
No basta con que nuestros ministros tengan un conocimiento
superficial de la verdad. Constantemente se abren a la investigación
temas manejados por hombres que, con el fin de destruir la verdad,
han pervertido las facultades que Dios les dio. Es preciso dejar a un
lado el fanatismo. Los engaños satánicos de nuestro tiempo deben
ser rebatidos con claridad e inteligencia mediante la espada del
Espíritu, la palabra de Dios. La misma mano invisible que guía los
planetas a lo largo de sus órbitas y sostiene los mundos con su poder
ha provisto para el hombre hecho a la imagen y semejanza de Dios,
que sea un poco menos que los ángeles de Dios mientras desempeña
sus deberes en la tierra. Los hombres a quienes se ha confiado la
verdad más solemne jamás dada a un hombre no han respondido
a los objetivos de Dios. Él desea que nos elevemos cada vez a
mayor altura, hacia un estado de perfección, viendo y percibiendo
en cada paso el poder y la gloria de Dios. El hombre no se conoce.
Nuestras responsabilidades son exactamente proporcionales a la luz,
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las oportunidades y los privilegios que tenemos. Somos responsables
del bien que podamos haber hecho pero que no hicimos porque
fuimos demasiado indolentes para usar los medios de mejora que
teníamos a nuestro alcance.
El precioso libro de Dios contiene normas de vida para los
hombres de toda clase y vocación. En él se encuentran ejemplos
cuyo estudio e imitación serían un bien para todos. “El Hijo del
Hombre no vino para ser servido, sino para servir”.
Mateo 20:28
. El