Página 414 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 4 (2007)

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El colegio
La educación y la formación de la juventud es una importante y
solemne tarea. El gran objetivo debería ser el adecuado desarrollo del
carácter, para que la persona pueda desempeñar adecuadamente los
deberes de la vida presente y, finalmente, entrar en la vida inmortal
futura. La eternidad revelará la manera en que se haya llevado a
cabo la tarea. Si los ministros y los maestros pudieran entender su
responsabilidad en toda su plenitud, el mundo hoy sería totalmente
distinto. Pero su visión y sus propósitos son demasiado estrechos.
No se dan cuenta de la importancia de su labor o sus resultados.
Dios no pudo hacer nada más que lo que hizo por el hombre al
dar a su Hijo amado, ni tampoco pudo hacer menos por asegurar
la redención del hombre y mantener la dignidad de la ley divina.
Entregó en favor nuestro todos los tesoros del cielo. Al dar a su Hijo
nos abrió las puertas de oro del cielo, haciendo un regalo infinito a
aquellos que acepten el sacrificio y regresen a la fidelidad a Dios.
Cristo vino al mundo con un amor tan ancho como la eternidad en
su corazón, con la oferta de hacer que el hombre fuese heredero de
toda su riqueza y su gloria. En ese acto reveló al hombre el carácter
de su Padre, mostrando a todos los seres humanos que Dios puede
ser justo y también justificar al que cree en Jesús.
La Majestad del cielo no actuó con autocomplacencia. Todo
cuanto hizo estaba relacionado con la salvación del hombre. La
soberbia en todas sus formas era rechazada en su presencia. Asumió
nuestra naturaleza para poder sufrir en nuestro lugar, haciendo de
su alma una ofrenda por el pecado. Fue quebrantado de Dios y
afligido para salvar al hombre del vendaval que merecía por causa
de la transgresión de la ley de Dios. Mediante la luz que brilla desde
la cruz, Cristo se propuso atraer a todos los hombres hacia sí. Su
corazón humano suspiraba por la raza. Sus brazos estaban abiertos
para recibir a todos e invitó a todos para que acudieran a él. Su vida
en la tierra fue un acto de continua abnegación y condescendencia.
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