Página 42 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 4 (2007)

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Testimonios para la Iglesia, Tomo 4
en Jesús, el Autor y Consumador de la fe, el cual por el gozo puesto
delante de él sufrió la cruz, menospreciando el oprobio, y se sentó a
la diestra del trono de Dios”.
Hebreos 12:1, 2
.
No debiéramos hacer del mundo nuestro criterio. La moda es la
indulgencia del apetito por alimentos ricos y estímulos artificiales,
fortaleciendo de este modo las tendencias animales, e impidiendo el
crecimiento y desarrollo de las facultades morales. A ninguno de los
hijos e hijas de Adán se les ofrece la victoria en la lucha cristiana, a
menos que decidan practicar la temperancia en todas las cosas. Si
hacen esto no pelearán como uno que hiere el aire.
Si los cristianos mantienen su cuerpo en sujeción, y colocan
todos sus apetitos y pasiones bajo el control de la conciencia ilu-
minada, sintiendo que obedecer las leyes que gobiernan la salud y
la vida es un deber para con Dios y para con sus vecinos, recibirán
la bendición del vigor físico y mental. Tendrán fuerza moral para
luchar contra Satanás, y en el nombre de Aquel que venció el apetito
por causa de ellos, pueden ser más que vencedores por sí mismos.
Esta guerra está abierta para todos los que quieran pelearla.
Se me mostró el caso del hermano B, que una nube de oscuridad
lo rodea. En su hogar no se manifiesta la luz del cielo. Aunque el
profesa creer la verdad, en su vida diaria no ejemplifica la influencia
santificadora sobre su corazón. No posee naturalmente una dispo-
sición benevolente, afectuosa ni cortés. Su temperamento es muy
poco favorable para él, su familia y la iglesia en la cual se siente
su influencia. Tiene que hacer una obra en favor suyo que nadie
puede hacer por él. Necesita la influencia transformadora del Espíri-
tu de Dios. Nuestra profesión como seguidores de Cristo requiere
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de nosotros que probemos nuestros caminos y nuestras acciones
comparándolos con el ejemplo de nuestro Redentor. Será necesario
que nuestro espíritu y comportamiento correspondan con el modelo
que nuestro Salvador nos ha dado.
El hermano B no tiene un temperamento que haga brillar el
sol sobre su familia. Ese es un buen lugar para que él comience
a trabajar. Se parece más a una nube que a un rayo de luz. Es
demasiado egoísta como para pronunciar palabras de aprobación a
los miembros de su familia, especialmente a la que, con preferencia
a todos los demás, debiera recibir su amor y tierno respeto. Es hosco,
abusador, dictatorial; sus palabras son frecuentemente cortantes, y