Página 428 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 4 (2007)

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Testimonios para la Iglesia, Tomo 4
de la vigilancia de los profesores y los maestros. Que un maestro de
cualquiera de las materias se aproveche de su posición para ganarse
el afecto de sus alumnas con la vista puesta en el matrimonio, es una
conducta digna de la censura más severa.
La influencia de los hijos del hermano D y algunos otros de Iowa,
así como la del Sr. E de Illinois, ha sido perjudicial para nuestra
escuela. Los parientes y amigos de esos alumnos los han apoyado al
arrojar acusaciones sobre el colegio. Los hijos del hermano D son
capaces e inteligentes, lo que para sus padres es una satisfacción;
pero que esos jóvenes pongan en práctica sus capacidades para que-
brantar las normas y reglas del colegio no es motivo de complacencia
para el corazón de nadie. En el día en que todos los hombres deban
pasar revista a sus obras ante Dios, la lectura del documento que
contiene esa crítica aguda e hiriente respecto de alguien que enseña
en el colegio no será tan gratificante. El hermano y la hermana D
se enfrentarán entonces al registro de la labor que hicieron al dar a
su hijo una justificación tan evidente en este asunto. Entonces debe-
rán responder por la influencia que han ejercido contra la escuela,
uno de los instrumentos de Dios, y por haber hecho las exageradas
declaraciones que han impedido que los jóvenes acudan al colegio,
donde podrían haber sido puestos bajo la influencia de la verdad.
Algunas almas se perderán como consecuencia de esta influencia
errónea, el gran día del juicio de Dios revelará la influencia de las
palabras dichas y la actitud asumida. El hermano y la hermana D
tienen deberes domésticos que han descuidado. Se han embriaga-
do con las preocupaciones de esta vida. el trabajo, las prisas y la
ambición están a la orden del día y su intensa mundanalidad ha
ejercido su influencia moldeadora sobre sus hijos, sobre la iglesia y
sobre el mundo. El ejemplo de los que abrazan la verdad con justicia
condenará al mundo.
De la juventud cristiana depende en gran medida la conserva-
ción y perpetuidad de las instituciones que Dios ha designado como
medios para adelantar su obra. Esta grave responsabilidad descansa
sobre la juventud que entra hoy en escena. Nunca ha habido una
época en que resultados tan importantes dependiesen de una genera-
ción de hombres. ¡Cuán importante es, pues, que los jóvenes lleguen
a estar capacitados para la gran obra, a fin de que Dios pueda usarlos
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