Página 429 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 4 (2007)

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La causa en Iowa
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como instrumentos suyos! Su Hacedor tiene sobre ellos derechos
que superan a todos los demás.
Dios es quien ha dado la vida y toda cualidad física y mental
que los jóvenes poseen. Les ha conferido capacidad para que la
aprovechen sabiamente, a fin de confiarles una obra que será tan
duradera como la eternidad. En recompensa de sus grandes dones, él
pide que cultiven y ejerzan debidamente sus facultades intelectuales
y morales. No les dio esas facultades para su diversión o para que
abusasen de ellas obrando contra su voluntad y su providencia, sino
para que las empleasen en fomentar el conocimiento de la verdad y
santidad en el mundo. Exige su gratitud, su veneración y amor, por su
continua bondad e infinita misericordia. Requiere con justicia que se
obedezcan sus leyes y todos los sabios reglamentos que restringirán y
guardarán a los jóvenes de los designios de Satanás y los conducirán
por sendas de paz. Si los jóvenes vieran que al cumplir con las leyes
y reglamentos de nuestras instituciones están haciendo algo que
mejorará su posición en la sociedad, elevará su carácter, ennoblecerá
su mente y aumentará su fidelidad, no se rebelarían contra las reglas
justas y los requerimientos sanos, ni se dedicarían a crear sospechas
y prejuicios contra estas instituciones. Nuestros jóvenes deben tener
un espíritu de energía y fidelidad para hacer frente a las demandas
que se les hacen, y les será una garantía de éxito. El carácter malo
y temerario de muchos de los jóvenes de esta época del mundo es
descorazonador. Mucha de la culpa incumbe a los padres en el hogar.
Sin el temor de Dios nadie puede ser verdaderamente feliz.
Para poder recibir la aprobación de Dios, los alumnos a los cuales
ha irritado la autoridad y han regresado a sus casas para arrojar
reproches sobre el colegio deberán ver su pecado y contrarrestar la
influencia que han ejercido. Los creyentes de Iowa han desagradado
a Dios con su credulidad al aceptar los informes que recibieron.
Siempre deberían haber tomar partido por el orden y la disciplina en
lugar de alentar un gobierno débil.
Un joven es enviado a Battle Creek desde un estado lejano para
que comparta los privilegios del colegio. Sale de su casa con la ben-
dición de sus padres. Día tras día ha escuchado las sinceras oraciones
que se ofrecían en el altar familiar y, en apariencia, acaba de empezar
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una vida de noble resolución y pureza. Sus convicciones y objetivos
al dejar el hogar son correctos. En Battle Creek se encontrará con