Página 433 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 4 (2007)

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La causa en Iowa
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sus pies. Hermano, tenga cuidado de no aparentar lo que no es. Una
imitación dorada pronto se distinguirá del metal puro. Ponga el má-
ximo cuidado en examinarse a usted mismo y a la posición que cada
miembro de su familia ocupa. Trace la historia de cada uno de ellos
y medite en el resultado del comportamiento seguido. Considere por
qué algunas personas gozan de la estimación de los que realmente
son buenos y otras se ven menospreciadas y evitadas. Contemple
esas cosas a la luz de la eternidad y allí donde descubra que otros
han fracasado, evite con sumo cuidado el comportamiento que ellos
siguieron. Será bueno que recuerde qué tendencias de carácter trans-
miten los padres a los hijo. Medite profundamente sobre estas cosas
y, con temor de Dios, revístase de la armadura pronto a enfrentar-
se a una vida de conflictos con las tendencias hereditarias e imite
únicamente al Modelo divino. Deberá trabajar con perseverancia,
constancia y celo si desea tener éxito. La batalla más dura será la
conquista de usted mismo. La oposición determinada a sus propios
designios y sus malos hábitos le garantizará preciosas victorias eter-
nas. Pero mientras acaricie sus rasgos de carácter duros, mientras
desee dirigir en lugar de estar dispuesto a seguir, no tendrá éxito
alguno. Sus sentimientos se encienden con rapidez y, a menos que se
lo sujete, no controla el temperamento. Los jóvenes deberán soportar
importantes deberes y asumir responsabilidades. ¿Se prepara para
desempeñar su parte en el temor de Dios?
El hermano F no es adecuado para su trabajo. Apenas sabe
nada. Tiene un carácter defectuoso. Desde la infancia no recibió una
educación que lo capacitara para aceptar responsabilidades, trabajar
o soportar cargas. No se ha apercibido del trabajo que es preciso
hacer por él mismo y, por lo tanto, no está preparado para apreciar
la labor que es preciso hacer por los demás. Es autosuficiente. Cree
saber más de lo que realmente sabe. Cuando el Espíritu de Dios lo
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consagre y se dé perfecta cuenta de la solemnidad y responsabilidad
de un ministro de Cristo, él mismo se sentirá insuficiente para la
tarea. En muchos aspectos tiene defectos; defectos que se podrán
reproducir en otros, dando al mundo una impresión desfavorable del
carácter de nuestra obra y de los ministros que de ella se ocupan.
Antes de poder ocuparse de la obra de mayor responsabilidad jamás
dada a un mortal, debe aprender a sobrellevar cargas y deberes. Todos
los jóvenes ministros deben ser aprendices antes de ser maestros.