Página 434 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 4 (2007)

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Testimonios para la Iglesia, Tomo 4
Además de alentar a los jóvenes para que entren en el ministerio, me
gustaría decir que tengo la autorización de Dios para recomendarles
y urgirles que adopten unas formas que los hagan adecuados para el
trabajo en el cual están a punto de ingresar.
Los hermanos F no están inclinados a soportar cargas ni a aceptar
responsabilidades. La despreocupación y la imperfección manchan
todo cuanto tocan. Su conversación y su conducta son irreflexivas.
La solemne, elevadora y ennoblecedora influencia que debiera carac-
terizar a un ministro del evangelio no podrá ejercerse en ellos hasta
que se hayan transformado y moldeado según la imagen divina. Aun-
que unos mucho más que otros, todos ellos son soberbios. En esos
jóvenes mora un espíritu de autosuficiencia y engreimiento que los
hace inadecuados para la obra de Dios. Deberán disciplinarse muy
severamente ellos mismos antes de poder ser aceptados por Dios
como obreros de su causa. Su indolencia natural debe ser vencida.
Sus asuntos temporales deberían ser objeto de un fiel desbastado.
Deben ser aprendices y cuando se demuestre que tienen éxito en las
responsabilidades menores serán adecuados para que se les confíen
otras mayores. Las distintas asociaciones saldrían ganando sin estos
obreros ineficientes. Un bebé está más capacitado para ocuparse de
las almas que un hombre que no se haya consagrado. Desconocen
la piedad vital y precisan una conversión profunda antes incluso de
poder ser llamados cristianos.
El hermano A F necesita un profundo pulido en el colegio. Su
lenguaje es defectuoso. Su conducta es brusca y falta de refinamien-
to. Con todo, es autosuficiente y está completamente confundido al
respecto de sus capacidades. No tiene una verdadera fe en los
Testi-
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monios
del Espíritu de Dios. No los ha estudiado detenidamente ni
ha practicado las verdades que en ellos se muestran. Mientras tenga
tan poca espiritualidad no entenderá el valor de los
Testimonios
ni su
objetivo real. Esos jóvenes leen la Biblia pero su experiencia en la
oración y escudriñamiento sincero y humilde de las Escrituras para
que puedan ser cuidadosamente equipados para toda buena obra es
escasa.
Se corre un gran peligro al animar a entrar en la obra a una clase
de hombres que no sienten un genuino amor por las almas. Podrán
ser capaces de interesarse por las personas y enzarzarse en una con-
troversia; pero, al mismo tiempo y de ninguna manera, son hombres