Página 435 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 4 (2007)

Basic HTML Version

La causa en Iowa
431
de ideas que mejoren y aumenten sus capacidades. Tenemos un mi-
nisterio enano y deforme. A menos que Cristo more en los hombres
que predican la verdad, allí donde se los tolere, la moral y el modelo
religioso se reducirán. Tienen un ejemplo: el mismo Cristo. “Toda
la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir,
para corregir, para instruir en justicia, a fin de que el hombre de
Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra”.
2
Timoteo 3:16, 17
. En la Biblia encontramos el infalible consejo de
Dios. Sus enseñanzas, cuando se ponen en práctica, hacen que los
hombres sean adecuados para todas las situaciones de responsabi-
lidad. Es la voz de Dios que habla al alma cada día. ¡Con cuánta
atención deberían estudiar los jóvenes la palabra de Dios y atesorar
sus pensamientos en el corazón para que sus preceptos puedan llegar
a gobernar toda la conducta! Nuestros jóvenes ministros, y aquellos
que durante un tiempo han predicado, muestran una notable defi-
ciencia en la comprensión de las Escrituras. La obra del Espíritu
Santo debe consistir en iluminar el entendimiento oscurecido, fundir
el corazón soberbio y de piedra, subyugar al transgresor rebelde y
salvarlo de las influencias corruptoras del mundo. La oración de
Cristo por sus discípulos fue: “Santifícalos en tu verdad; tu palabra
es verdad”.
Juan 17:17
. La espada del Espíritu, la palabra de Dios,
traspasa el corazón del pecador y lo corta en pedazos. La teoría de
la verdad, cuando se repite sin que su sagrada influencia se sienta
en el corazón del orador, no tiene fuerza sobre los oyentes, sino que
la rechazan como un error y el orador es responsable de la pérdi-
[434]
da de almas. Debemos asegurarnos de que nuestros ministros sean
hombres convertidos, sencillos, mansos y de corazón humilde. El
ministerio necesita un cambio decidido. Es preciso un examen críti-
co al respecto de las cualidades de un ministro. Dios dirigió a Moisés
para que adquiriera experiencia en la asunción de responsabilidades,
aprendiera a reflexionar, fuera tierno y solícito con su rebaño, de
manera que, como fiel pastor, pudiera estar listo para cuando Dios
lo llamase para hacerse cargo de su pueblo. Es esencial que los que
entran en la gran obra de predicar la verdad, tengan una experiencia
similar. Para llevar las almas a la fuente de la vida el predicador
debe beber antes de esa agua. Debe ver el infinito sacrificio del Hijo
de Dios para salvar al hombre caído y su propia alma debe estar
imbuida del espíritu de amor inmortal. Si Dios nos asigna una dura