Página 436 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 4 (2007)

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Testimonios para la Iglesia, Tomo 4
tarea debemos llevarla a cabo sin murmurar. Si la senda es difícil
y peligrosa, es el plan de Dios que la sigamos humildemente y cla-
memos a él para que nos dé fuerza. Debemos aprender una lección
de la experiencia de algunos de nuestros ministros que no han co-
nocido nada que se pueda comparar a dificultades y tribulaciones,
aunque ellos mismos se consideren mártires. Todavía deben apren-
der a aceptar con gratitud el camino escogido por Dios, recordando
al Autor de nuestra salvación. La obra del ministro debe ser llevada
a cabo con más honestidad, energía y celo que las depositadas en
los negocios ya que esta es tarea más sagrada y el resultado más
importante. El trabajo diario debería registrarse en los libros del
cielo como “bien hecho”; de manera que si no se dispusiese de un
nuevo día para trabajar, la obra estuviese perfectamente acabada.
Nuestros ministros, en especial los jóvenes, deberían llevar a cabo
la preparación necesaria para poder desempeñar correctamente la
solemne obra y prepararse para la compañía de los ángeles puros.
Para que estar en el cielo sea estar en casa, aquí debemos atesorar el
cielo en nuestros corazones. Si este no es nuestro caso, será difícil
que tengamos nuestra parte en la obra de Dios.
El ministerio está corrompido por ministros que no se han santi-
ficado. A menos que el modelo para el ministerio sea más elevado y
más espiritual, la verdad del evangelio se debilitará más y más. El
rico suelo de un jardín representa la mente humana. A menos que
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se cultive adecuadamente, la cizaña y las zarzas de la ignorancia se
apoderarán de ella. Es preciso cultivar la mente y el corazón a dia-
rio. Descuidarlos abrirá el camino al mal. Cuantas más capacidades
naturales otorga Dios a una persona, tanto mayor es la mejora que
se le exige y mayor es su responsabilidad en el uso del tiempo y sus
talentos para honra y gloria de Dios. La mente no debe permanecer
adormecida. Si no se ejercita en la adquisición de nuevos conoci-
mientos, se hundirá en la ignorancia, la superstición y la fantasía.
Si no se cultivan las facultades intelectuales como se debiera para
la honra y gloria de Dios, serán poderosas ayudas para llevar a la
perdición.
Al mismo tiempo que los jóvenes deben guardarse de ser pompo-
sos e independientes, también deben esforzarse continuamente por
mostar notables mejoras. Deben aceptar cualquier ocasión que se les
presente para cultivar los rasgos de carácter más nobles y generosos.