Página 439 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 4 (2007)

Basic HTML Version

La causa en Iowa
435
los ministros no se conviertan la gente tampoco se convertirá. El frío
formalismo que ahora prevalece entre nosotros debe dejar paso a la
vivificante energía de la piedad práctica. No hay ningún error en la
teoría de la verdad; es perfectamente clara y armoniosa. Pero los jó-
venes ministros pueden hablar con fluidez de la verdad y, aun así, no
entender el sentido real de las palabras que pronuncian. No aprecian
el valor de la verdad que presentan y poco se aperciben del precio
que han pagado los que, con oración y lágrimas, superando pruebas
y oposiciones, la han buscado como quien busca un tesoro oculto.
Cada nuevo eslabón de la cadena de la verdad era para ellos como
oro de ley. Esos eslabones están unidos ahora en un todo perfecto.
Las verdades fueron excavadas de la basura de la superstición y el
error con oración sincera, pidiendo luz y conocimiento y han sido
presentadas al pueblo como perlas preciosas y de valor incalculable.
El evangelio es la revelación al hombre de rayos de luz y esperan-
za del mundo eterno. No recibimos toda la luz de una vez, sino que
llega a medida que podemos aceptarla. Las mentes interrogadoras
que están hambrientas de conocer la voluntad de Dios jamás están
[438]
satisfechas; cuanto más profunda es su búsqueda, más conscientes
son de su ignorancia y más lamentan su ceguera. El hombre no es
capaz de concebir los nobles y altos logros que se encuentran a su
alcance si combina el esfuerzo humano con la gracia de Dios, la
Fuente de toda sabiduría y poder. Más allá hay una medida eterna de
gloria. “Cosas que ojo no vio, ni oído oyó, ni han subido al corazón
del hombre, son las que Dios ha preparado para los que le aman”.
1
Corintios 2:9
.
Tenemos el mensaje de verdad más solemne que jamás se haya
llevado al mundo. Los incrédulos respetan cada vez más esta verdad
porque es incontrovertible. A la vista de este hecho, nuestros jóvenes,
cada vez más, confían en sí mismos y se envanecen. Toman las
verdades que han sido descubiertas por otras mentes y sin estudiarlas
en sincera oración se enfrentan a los opositores y se enzarzan en
contiendas, complaciéndose en discursos ingeniosos y comentarios
ocurrentes, engañándose a sí mismos al pensar que esto es tarea de
un ministro del evangelio. Para poder ser adecuado para la obra de
Dios, esos hombres necesitan una conversión tan profunda como la
que Pablo experimentó. Los ministros deben ser representantes vivos
de la verdad que predican. Deben tener una vida espiritual mayor,