Página 440 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 4 (2007)

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Testimonios para la Iglesia, Tomo 4
caracterizada por una mayor sencillez. Deben recibir las palabras
de Dios y transmitirlas a las personas. Deben captar la atención.
Nuestro mensaje es perfume de vida para vida o de muerte para
muerte. El destino de todas y cada una de las almas pende de un
hilo. Multitudes se encuentran en el valle de la decisión. Se escucha
una voz que dice: “Si Jehová es Dios, seguidle; y si Baal, id en pos
de él”.
1 Reyes 18:21
.
La acción decidida, enérgica y sincera puede salvar una alma
indecisa. Nadie podrá decir jamás cuánto se ha perdido por querer
predicar sin la unción del Espíritu Santo. En cada congregación
hay almas que dudan y casi están persuadidas de inclinarse por
Dios. La decisión es para ahora y la eternidad. Pero, demasiado a
menudo, se da el caso de que el ministro no posee el espíritu ni el
poder del mensaje de verdad en su corazón. Por tanto, esas almas
que se encuentran inseguras en el fiel de la balanza no escuchan un
llamamiento directo. El resultado es que los corazones de los que se
han convencido no se graban aún más profundamente y salen de la
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reunión sintiendo que están menos inclinados a aceptar el servicio
de Cristo que cuando entraron. Deciden esperar una ocasión más
favorable que nunca llegará. En ese discurso sin Dios, como en la
ofrenda de Caín, no se encuentra el Salvador. Se ha perdido una
oportunidad de oro y el destino de esas almas queda decidido. ¿Aca-
so no hay demasiado en juego para predicar de manera indiferente y
sin sentir el peso de las almas?
En esta época de tinieblas morales se necesita algo más que la
teoría pura para mover a las almas. Los ministros deben tener una
conexión viva con Dios. Deben predicar creyendo lo que dicen. Las
verdades vivas, pronunciadas por los labios de un hombre de Dios,
harán que los pecadores tiemblen y los convictos clamen: “Jehová
es Dios; estoy resuelto a ponerme de su lado”. El mensajero de Dios
jamás debería cesar en su empeño por recibir más luz y poder de lo
alto. Debe esforzarse, orar y esperar en medio del desaliento y la
oscuridad, determinado a obtener un profundo conocimiento de las
Escrituras y desarrollar todos los dones. Mientras haya una alma por
la que se pueda trabajar, deberá avanzar con ánimos renovados en
cada esfuerzo. Hay trabajo por hacer, trabajo sincero. Las almas por
las que Cristo murió están en peligro. Sabiendo que Jesús dijo: “No
te desampararé, ni te dejaré” (
Hebreos 13:5
), sabiendo que al que