Página 445 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 4 (2007)

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Nuestras casas publicadoras
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Por falta de interés personal, muchas cosas que van al desecho,
con un poco de atención en el momento justo, se podrían aprovechar.
El “Me olvidé” es causa de muchas pérdidas en nuestras oficinas.
Algunos no sienten interés por ninguna tarea o nada que no esté
relacionado con su área específica de trabajo. Es un error. La sober-
bia sugerirá el pensamiento: “no es asunto mío ocuparme de eso”;
pero la fidelidad y el deber empujarán a cada uno a ocuparse de todo
cuando cae bajo su vista. El ejemplo de los oficiales de la encuader-
nadora es seguido por las manos empleadas; todos son descuidados
y despreocupados. Se malgasta una suma igual a sus sueldos. En
ese único departamento, con una persona cuidadosa a la cabeza del
taller, la agencia ahorraría centenares de dólares al año.
En toda la agencia debería imperar el principio de la economía.
Para ahorrar un dólar es preciso contar centavos. Los hombres que
han tenido éxito en los negocios siempre han sido ahorradores, per-
severantes y enérgicos. Que todos los que están relacionados con la
obra de Dios empiecen ahora mismo a educarse como administra-
dores. Aun cuando su trabajo no sea apreciado en la tierra, nunca
deben degradarse a sus propios ojos con la infidelidad en nada de
lo que se ocupen. Para que una persona se habitúe a una conducta
de vida determinada, así como alcanzar la felicidad siguiéndola, es
preciso que transcurra un tiempo. Cada uno de nosotros será, aquí y
por toda la eternidad, lo que nuestros hábitos hagan que seamos. Las
vidas de los que cultivan hábitos correctos y son fieles en todos sus
deberes serán como luces brillantes que cubren la senda de otros.
Pero si se toleran los hábitos de la infidelidad, si se permite que se
refuercen los hábitos laxos, indolentes y negligentes, una nube más
densa que las tinieblas de medianoche cubrirá las perspectivas de
esta vida y cerrará el paso de la persona a la vida futura.
Un pensamiento egoísta tolerado, un deber desatendido, prepara
el camino para otro. Lo que hagamos una vez, estaremos dispuestos
a hacerlo otra. Los hábitos de la sobriedad, el dominio propio, el
ahorro, la aflicción atenta, la conversación sensata, la paciencia y la
verdadera cortesía no se obtienen sin la estrecha y diligente vigilan-
cia de la propia persona. Es mucho más fácil perder la moral y ser
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depravado que vencer los defectos manteniendo al yo bajo control y
favoreciendo las verdaderas virtudes. Si deseamos perfeccionar las
gracias cristianas en la vida se precisarán esfuerzos perseverantes.