Página 447 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 4 (2007)

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Nuestras casas publicadoras
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cupación. Quienes en su infancia y su juventud no han aprendido
la lección de economía ni han adquirido el hábito de aprovechar
al máximo su tiempo no serán prudentes ni ahorradores en ningún
negocio en que participen. Descuidar la mejora de nuestras faculta-
des para que puedan ser usadas para la gloria de Dios es un pecado.
Todos deben cargar con responsabilidades, nadie está excusado.
Las mentes son muy distintas unas de otras y todas necesitarán
más o menos formación o entrenamiento. Cada momento relaciona-
do con la causa de Dios debería caracterizarse por la prudencia y la
decisión. Sin decisión, la persona que es voluble e inestable como
el agua, jamás obtendrá un verdadero éxito. Todos los que profesan
a Cristo deben ser trabajadores. En la casa de la fe no hay lugar
para vagos. Cada miembro de la familia tiene asignada una tarea,
una porción del viñedo del Señor en la que trabajar. El único modo
de cumplir la demanda de Dios es perseverar constantemente en
nuestros esfuerzos por conseguir una utilidad más elevada. Aunque
lo que podamos conseguir en el mejor de los casos sea muy poco, el
esfuerzo de cada día aumentará nuestra capacidad para trabajar de
manera efectiva y llevar fruto para gloria de Dios.
Algunos no ejercen control sobre sus apetencias, sino que sacri-
fican la salud por satisfacer el gusto. Como resultado, el cerebro se
nubla, sus pensamientos son superficiales y no cumplen con lo que
deberían cumplir si fueran abnegados y abstemios. Esas personas
roban a Dios la fuerza física y mental que debería ser dedicada a
su servicio si observaran la temperancia en todas las cosas. Pablo,
quien era un reformador pro salud, dijo: “Golpeo mi cuerpo, y lo
pongo en servidumbre, no sea que habiendo sido heraldo para otros,
yo mismo venga a ser eliminado”.
1 Corintios 9:27
. Sintió que sobre
él reposaba la responsabilidad de conservar todas sus facultades de
modo que pudiera usarlas para gloria de Dios. Si Pablo corría el
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peligro de ser intemperante, nosotros lo corremos aún más porque
no sentimos ni vemos como él, la necesidad de glorificar a Dios en
cuerpo y espíritu, los cuales le pertenecen. Comer en exceso es el
pecado de nuestro tiempo.
La palabra de Dios pone el pecado de la glotonería al mismo
nivel que la embriaguez. Este pecado era tan ofensivo a los ojos de
Dios que dio instrucciones a Moisés para que los padres cuyos hijos,
en lugar de reprimir el apetito, se atiborrasen con cualquier cosa