Página 449 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 4 (2007)

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Nuestras casas publicadoras
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¿acaso no contemplará al hombre creado a su imagen y le exigirá
que corresponda a todos los favores que le ha concedido?
Es preciso poner en orden las agencias publicadoras. Quienes
trabajan en esas instituciones deberían tener objetivos elevados y
una profunda y rica experiencia en el conocimiento de la voluntad
de Dios. Siempre deberían estar de parte de lo que es justo y ejer-
cer una influencia salvífica. Cada alma que pronuncia el nombre
de Cristo debería sacar el mayor provecho de los privilegios que
disfruta y desempeñar fielmente los deberes que se le asignen sin
murmullos ni quejas. Las conversaciones deberían ser de carácter
elevado, calculadas para llevar a otras mentes en la dirección correc-
ta. La poca mención que se hace de la bondad divina y del amor de
Dios demuestra una notable ingratitud y que Cristo no mora en el
corazón.
Las agencias nunca prosperarán a menos que haya más obreros
desinteresados y altruistas, que sean verdaderos hombres y mujeres
abnegados y conscientemente independientes por Dios y la justicia.
El editor local de la
Review and Herald
tendrá ocasión de hablar
con sinceridad y firmeza. Debería salir en defensa de lo correcto,
ejerciendo toda la influencia que su posición le otorga. El hermano
Waggoner ha sido puesto en una posición envidiable, pero no está
solo. Dios lo ha ayudado y, dadas las circunstancias, ha actuado con
nobleza. El Señor no lo ha apartado de su posición; todavía debe
trabajar en Oakland y San Francisco.
A quienes Dios ha confiado mucho, les exige mucho; mientras
que quienes tienen poco deben responder con poco. Sin embargo,
todos pueden entregarse y con sus acciones pueden mostrar su fi-
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delidad a la preciosa causa de Cristo. Muchos pueden reducir sus
gastos y así aumentar su generosidad por Cristo. La abnegación por
causa de Cristo es la batalla que debemos librar.
“El amor de Cristo”, dijo Pablo, “nos constriñe”.
2 Corintios
5:14
. Fue el principio activo de su conducta; fue su fuerza motriz.
Si alguna vez flaqueaba su ardor en la senda del deber, una mirada
a la cruz y al maravilloso amor de Cristo revelado en su sacrificio
inigualable bastaba para ceñirse de nuevo los lomos de la mente y
avanzar en la senda de la abnegación. En su trabajo por sus herma-
nos depositaba mucha confianza en la exhibición de infinito amor