Página 450 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 4 (2007)

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Testimonios para la Iglesia, Tomo 4
de la maravillosa condescendencia de Cristo, con todo su poder
subyugador y dominador.
¡Cuán sincero y emotivo es su llamamiento! “Ya conocéis la
gracia de nuestro Señor Jesucristo, que por amor a vosotros se hizo
pobre, siendo rico, para que vosotros con su pobreza fueseis enri-
quecidos”.
2 Corintios 8:9
. Sabéis de qué altura descendió, conocéis
la profundidad de la humillación a la que se rebajó. Sus pies entra-
ron en la senda de abnegación y sacrificio y no se desviaron hasta
que hubo dado su vida. no hubo reposo para él entre el trono del
cielo y la cruz. Su amor por el hombre lo llevó a aceptar todas las
indignidades y a sufrir todos los abusos. “Por ellos yo me santifico
a mí mismo”.
Juan 17:19
. Pongo toda mi gloria, todo lo que soy, a
trabajar por la redención del hombre. ¡Cuán poco son movidos los
hombres de hoy a santificarse para la obra de Dios de manera que
las almas puedan salvarse por ellos!
Pablo nos advierte: “No mirando cada uno por lo suyo propio,
sino cada cual también por lo de los otros”.
Filipenses 2:4
. Nos
encarece para que imitemos la vida del gran Ejemplo y nos exhorta
para que poseamos el sentir “que hubo también en Cristo Jesús, el
cual, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como
cosa a que aferrarse, sino que se despojó a sí mismo, tomando forma
de siervo, hecho semejante a los hombres; y estando en la condición
de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la
muerte, y muerte de cruz”.
Filipenses 2:5-8
. El apóstol se detiene
en todos y cada uno de los puntos para que nuestras mentes puedan
captar y entender por completo la maravillosa condescendencia que
el Salvador mostró por los pecadores. Presenta a Cristo como igual a
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Dios, recibiendo la adoración de los ángeles y traza su descenso hasta
que alcanza las más bajas profundidades de la humillación para, con
su brazo humano, poder alcanzar al hombre caído y levantarlo de su
degradación hasta la esperanza, el gozo y el cielo.
Pablo ansiaba profundamente que se viera la humillación de
Cristo. Estaba convencido de que, si las mentes humanas pudieran
llegar a comprender el maravilloso sacrificio hecho por la Majestad
del cielo, desaparecería toda soberbia del corazón. Primero dirige la
mente hacia la posición que Cristo ocupaba en el cielo, en el seno
de su Padre, después lo revela abandonando su gloria, sujetándose
voluntariamente a todas las condiciones humillantes de la naturaleza