Página 460 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 4 (2007)

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Testimonios para la Iglesia, Tomo 4
y el templo en Jerusalén. Dios hacía esas substracciones tanto para
beneficiar al pueblo mismo como para sostener el servicio del culto.
Entre nuestro pueblo debe haber un despertar acerca de este
asunto. Son sólo pocos los hombres que sienten remordimiento
de conciencia si descuidan su deber en cuanto a la beneficencia.
Muy pocos sienten remordimiento de alma por robar diariamente
a Dios. Si un cristiano, deliberada o accidentalmente, paga a su
vecino menos de lo que le debe o se niega a cancelar una deuda
honorable, su conciencia lo perturbará, a menos que esté cauterizada;
no podrá descansar aun cuando nadie sepa del asunto sino él. Hay
muchos votos descuidados y promesas que no han sido pagadas, y
sin embargo, cuán pocos afligen sus ánimos pensando en el asunto;
cuán pocos sienten la culpabilidad de esta violación de sus deberes.
Debemos sentir nuevas y más profundas convicciones al respecto.
La conciencia debe ser despertada, y el asunto debe recibir sincera
atención, porque habrá que dar cuenta de ello a Dios en el último
día, y sus exigencias han de ser cumplidas.
Las responsabilidades del negociante cristiano, por grande o pe-
queño que sea su capital, estarán en exacta proporción con los dones
que haya recibido de Dios. El engaño de las riquezas ha arruinado
a millares y decenas de millares. Estos ricos se olvidan de que son
mayordomos y de que se acerca rápidamente el día en que se les dirá:
“Da cuenta de tu mayordomía”.
Lucas 16:2
. Según se demuestra en
la parábola de los talentos, cada uno es responsable del sabio empleo
de los dones que le han sido concedidos. El pobre de la parábola,
por haber recibido el don menor, sentía menos responsabilidad y no
empleó el talento a él confiado; por lo tanto fue echado a las tinieblas
de afuera.
Dijo Cristo: “¡Cuán difícil les es entrar en el reino de Dios, a
los que confían en las riquezas!”
Marcos 10:24
. Y sus discípulos se
quedaron asombrados de su doctrina. Cuando un ministro que ha
trabajado con éxito en ganar almas para Jesucristo abandona su obra
sagrada para obtener ganancias temporales, se le llama apóstata y
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habrá de dar cuenta a Dios por los talentos a los cuales dio mala
aplicación. Cuando hombres de diferentes vocaciones: agricultores,
mecánicos, abogados, etc., se hacen miembros de la iglesia, vienen
a ser siervos de Cristo; y aunque sus talentos sean completamente
diferentes, su responsabilidad en cuanto a hacer progresar la causa