Página 465 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 4 (2007)

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El carácter sagrado de los votos
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Dios obra por medio de instrumentos humanos; y quienquiera
que despierte la conciencia de los hombres y los induzca a realizar
buenas obras y a tener real interés en el adelantamiento de la causa
de la verdad, no lo hace de sí mismo, sino por el Espíritu de Dios
que obra en él. Las promesas hechas en tales circunstancias tienen
un carácter sagrado, por ser el fruto de la obra del Espíritu de Dios.
Cuando estas promesas se saldan, el Cielo acepta la ofrenda, y a
estos obreros generosos se les acredita ese tesoro invertido en el
banco del cielo. Los tales están echando buen fundamento para el
tiempo venidero, y echan mano de la vida eterna.
Pero cuando la presencia inmediata del Espíritu de Dios no
se siente tan vívidamente, y la mente se preocupa por las cosas
temporales de la vida, entonces algunos se sienten tentados a dudar
de la fuerza de la obligación que asumieron voluntariamente; y,
cediendo a las sugestiones de Satanás, razonan que se ejerció una
presión indebida sobre ellos, y que obraron bajo el entusiasmo del
momento; que la necesidad de recursos para la causa de Dios fue
exagerada; y que se los indujo a prometer bajo falsos motivos, sin
comprender plenamente el asunto, y por lo tanto quieren que se les
libre del compromiso. ¿Tienen los ministros poder para aceptar sus
excusas, y decir: “No se os obligará a cumplir vuestra promesa;
quedáis libres de vuestro voto”? Si acaso lo hiciesen, se hacen
partícipes del pecado del que retiene su donativo.
De todas nuestros ingresos debemos primero dar a Dios lo suyo.
En el sistema de beneficencia ordenado a los judíos, se les requería
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que trajesen al Señor las primicias de todos sus dones, ya fuese
en el aumento de sus rebaños, o en el producto de sus campos,
huertos y viñas; o bien habían de redimirlo substituyéndolo por un
equivalente. ¡Cuán cambiado es el orden de las cosas en nuestra
época! Los requisitos y las exigencias del Señor, si reciben atención
alguna, quedan para lo último. Sin embargo nuestra obra necesita
diez veces más recursos ahora que los necesitados por los judíos.
La gran comisión dada a los apóstoles fue de ir por todo el mundo
y predicar el evangelio. Esto muestra la extensión de la obra y el
aumento de la responsabilidad que descansa sobre los que siguen a
Cristo en nuestra época. Si la ley requería diezmos y ofrendas hace
miles de años, ¡cuánto más esenciales son ahora! Si en la economía
judaica, tanto los ricos como los pobres habían de dar cantidades