Página 466 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 4 (2007)

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Testimonios para la Iglesia, Tomo 4
proporcionales a los bienes que poseían, ello es doblemente esencial
ahora.
La mayor parte de los que profesan ser cristianos se separan
de sus recursos de muy mala gana. Muchos de ellos no dan ni una
vigésima parte de sus ingresos a Dios, y numerosos son los que dan
aún menos que esto; mientras que hay una numerosa clase que roba
a Dios el poco diezmo que le pertenece, y otros que dan solamente el
diezmo. Si todos los diezmos de nuestro pueblo fluyesen a la tesore-
ría del Señor como debieran, se recibirían tantas bendiciones que los
dones y ofrendas para los propósitos sagrados quedarían multiplica-
dos diez veces y así se mantendría abierto el conducto entre Dios
y el hombre. Los que siguen a Cristo no deben aguardar para obrar
hasta que los despierten los conmovedores llamados misioneros.
Si están espiritualmente despiertos oirán en los ingresos de cada
semana, sean pocos o muchos, la voz de Dios y de la conciencia,
que con autoridad les exige las ofrendas y los diezmos debidos al
Señor.
No sólo se desean los dones y labores de los que siguen a Cristo,
sino que en cierto sentido son indispensables. Todo el Cielo está
interesado en la salvación del hombre y aguarda que los hombres
se interesen en su propia salvación y en la de sus semejantes. Todas
las cosas están listas, pero la iglesia está aparentemente hechizada.
Cuando sus miembros despierten, y pongan sus oraciones, sus rique-
zas y todas sus energías y recursos a los pies de Jesús, la causa de
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la verdad triunfará. Los ángeles se asombran de que los cristianos
hagan tan poco cuando Jesús les ha dado tal ejemplo, no rehuyendo
la muerte ignominiosa. Les asombra que cuando los que profesan
ser cristianos entran en contacto con el egoísmo del mundo, no
retroceden a sus estrechas miras y motivos egoístas.
Uno de los mayores pecados del mundo cristiano moderno lo
constituye la hipocresía y la codicia al tratar con Dios. Hay un cre-
ciente descuido de parte de muchos respecto de cumplir con sus
promesas a las diversas instituciones y empresas religiosas. Muchos
consideran el acto de prometer como si no les impusiese obliga-
ción de pagar. Si piensan que su dinero les reportará considerable
ganancia invertido en bonos bancarios o en mercaderías, o si hay,
relacionadas con la institución a la cual han prometido ayudar, per-
sonas que no son de su agrado, se sienten perfectamente libres para