Página 467 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 4 (2007)

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El carácter sagrado de los votos
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emplear los recursos como les place. Esta falta de integridad pre-
valece bastante extensamente entre los que profesan guardar los
mandamientos de Dios y esperar la próxima aparición de su Señor y
Salvador.
El plan de la benevolencia sistemática fue ordenado por Dios
mismo; pero el pago fiel de lo exigido por Dios es a menudo rehusado
o postergado como si las promesas solemnes no tuviesen significado.
Porque los miembros de las iglesias descuidan de pagar sus diezmos
y cumplir sus compromisos, nuestras instituciones no están libres
de trabas. Si todos, ricos y pobres, trajesen sus diezmos al alfolí,
habría abundante provisión de recursos para aliviar la causa de trabas
financieras y para llevar a cabo noblemente la obra misionera en
sus diversos departamentos. Dios invita a todos los que creen la
verdad a devolverle lo suyo. Los que han pensado que retener lo
que pertenece a Dios es ganancia, experimentarán finalmente su
maldición como resultado de su robo al Señor. Nada que no sea la
completa incapacidad de pagar puede disculparnos por descuidar
de satisfacer prontamente nuestras obligaciones con el Señor. La
indiferencia en este asunto demuestra que se está en ceguera y
engaño y se es indigno del nombre de cristiano.
Una iglesia es responsable de las promesas hechas por sus miem-
bros individualmente. Si ve que algún hermano descuida el cum-
plimiento de sus votos, debe trabajar con él bondadosa pero abier-
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tamente. Si está en circunstancias tales que le resulta imposible
pagarlo, si es un miembro digno, de corazón voluntario, entonces
ayúdele compasivamente la iglesia. Así pueden sus miembros salvar
la dificultad y recibir ellos mismos una bendición.
Dios quiere que los miembros de su iglesia consideren que sus
obligaciones hacia él son tan válidas como sus deudas con el nego-
ciante o el mercado. Repase cada uno su vida y vea si hay promesas
que no han sido pagadas ni redimidas por descuido y luego haga
esfuerzos extraordinarios para pagar hasta “la última blanca” (
Lucas
12:59
); porque todos habremos de hacer frente al arreglo final de
un tribunal cuya prueba podrán soportar sólo quienes hayan sido
íntegros y veraces.
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