Página 468 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 4 (2007)

Basic HTML Version

Los testamentos y legados
“No os hagáis tesoros en la tierra, donde la polilla y el orín co-
rrompen, y donde ladrones minan y hurtan; sino haceos tesoros en
el cielo, donde ni la polilla ni el orín corrompen, y donde ladrones
no minan ni hurtan”
Mateo 6:19-20
. El egoísmo es un pecado des-
tructor del alma. Bajo este encabezamiento se incluye la codicia, o
avaricia, que es idolatría. Todas las cosas pertenecen a Dios. Toda
la prosperidad de que disfrutamos es resultado de la beneficencia
divina. Dios es el grande y bondadoso Dador. Si él requiere alguna
parte de la provisión generosa que nos ha concedido, no es para
enriquecerse con nuestros dones, porque él nada necesita de nuestra
mano; sino que es para que tengamos oportunidad de practicar la
abnegación, el amor y el interés hacia nuestros semejantes, y así
seamos sumamente exaltados.En toda dispensación, desde el tiempo
de Adán hasta el nuestro, Dios ha exigido la propiedad del hom-
bre, diciendo: “Yo soy el dueño legítimo del universo; por lo tanto
conságrame tus primicias, trae un tributo de lealtad, entrégame lo
mío, reconociendo así mi soberanía, y quedarás libre para retener
y disfrutar mis bondades, y mi bendición estará contigo”. “Honra
a Jehová con tus bienes, y con las primicias de todos tus frutos”.
Proverbios 3:9
.
Los requerimientos de Dios ocupan el primer lugar. No estamos
haciendo su voluntad si le consagramos lo que queda de nuestros
ingresos después que han sido suplidas todas nuestras necesidades
imaginarias. Antes de consumir cualquier parte de nuestras ganan-
cias, debemos sacar y presentar a Dios la porción que él exige. En la
antigua dispensación, se mantenía siempre ardiendo sobre el altar
una ofrenda de gratitud, para demostrar así la infinita obligación del
hombre hacia Dios. Si nuestros negocios seculares prosperan, ello
se debe a que Dios nos bendice. Una parte de estos ingresos debe
consagrarse a los pobres, y una gran porción debe dedicarse a la
causa de Dios. Cuando se le devuelve a Dios lo que él pide, el resto
será santificado y bendecido para nuestro propio uso. Pero cuando
464