Página 47 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 4 (2007)

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Complacencia del apetito
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pintáis, creáis y seáis bautizados. Cristo fue enteramente justo; y
sin embargo, él mismo, el Salvador del mundo, le dio al hombre un
ejemplo al dar los pasos que requiere de todo pecador. Para que se
convierta en un hijo de Dios y heredero del cielo.
Si Cristo, el Redentor del hombre, puro y sin mancha, condes-
cendió en dar los pasos que el pecador necesita dar en su conversión,
¿por qué los que ven su camino iluminado por la luz de la verdad
habrían de vacilar en entregar sus corazones a Dios, y confesar hu-
mildemente que son pecadores, y mostrar su fe en la expiación de
Cristo por sus palabras y acciones, identificándose con los que profe-
san ser sus seguidores? Siempre habrá quienes no vivan de acuerdo
con su profesión, cuyas vidas diarias demuestren que son cualquier
cosa excepto cristianos. ¿Pero es ésta una razón suficiente para que
cualquiera rehúse vestirse de Cristo por el bautismo en la fe de su
muerte y resurrección?
Incluso cuando Jesús en persona se encontraba en el mundo, y
andaba con sus discípulos y les enseñaba, había uno entre los doce
que era un demonio. Judas traicionó a su Señor. Cristo poseía un
conocimiento perfecto de la vida de Judas. Conocía la codicia que
Judas no había logrado vencer, y en sus sermones le dio numerosas
lecciones sobre ese tema. Judas, mediante la complacencia, permitía
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que este rasgo de su carácter creciera y se arraigara tan profunda-
mente, que desplazó la buena semilla sembrada en su corazón; el
mal predominó hasta que, por amor al dinero, fue capaz de vender a
su Señor por unas pocas monedas de plata.
El hecho de que Judas no tenía un corazón recto, y que se hallaba
tan corrompido por el egoísmo y el amor al dinero que fue inducido
a cometer un gran crimen, no constituye evidencia de que no había
verdaderos cristianos, discípulos genuinos que amaban a su Salvador
y procuraban imitar su vida y ejemplo, y obedecer sus enseñanzas.
Se me mostró el hecho de que Judas estuviera incluido entre los
doce, con todas sus faltas y defectos de carácter, como una lección
instructiva, una que al ser estudiada por los cristianos, pueden be-
neficiarse. Cuando nuestro Señor escogió a Judas, su caso no era
desesperado. Tenía algunas cualidades buenas. En su asociación con
Cristo en la obra, al escuchar sus discursos, tuvo una oportunidad
favorable para descubrir sus malos rasgos, para conocer sus defectos
de carácter, si realmente deseaba ser un verdadero discípulo. Nuestro