Página 472 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 4 (2007)

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Testimonios para la Iglesia, Tomo 4
mos suyos tendrían la satisfacción de cumplir su deber. Haciéndose
sus propios ejecutores, satisfarían los requerimientos de Dios ellos
mismos antes de pasar la responsabilidad a otros. Debemos consi-
derarnos administradores de la propiedad del Señor, y tener a Dios
como el propietario supremo, a quien debemos devolver lo suyo
cuando lo requiera. Cuando venga para recibir lo suyo con interés,
los codiciosos verán que en vez de multiplicar los talentos que se
les confiaron, atrajeron sobre sí mismos la maldición pronunciada
sobre el siervo inútil.
El Señor quiere que la muerte de sus siervos sea considerada
como una pérdida, por causa de la influencia benéfica que ejercieron
y las muchas ofrendas voluntarias que dieron para alimentar la
tesorería de Dios. Los legados que se dejan al morir son un mísero
substituto de la benevolencia que uno podría hacer mientras vive.
En verdad, los siervos de Dios deben hacer sus testamentos cada
día en buenas obras y ofrendas generosas a Dios. No deben permitir
que la cantidad dada a Dios sea desproporcionadamente pequeña
cuando se la compara con la cantidad dedicada a su propio uso. Al
hacer así su testamento diariamente, recordarán aquellos objetos y
amigos que ocupan el mayor lugar en sus afectos. Su mejor amigo
es Jesús. El no les privó de su propia vida, sino que por amor a
ellos se hizo pobre, a fin de que por su pobreza fuesen enriquecidos.
Merece todo el corazón, toda la propiedad, todo lo que ellos tienen
y son. Pero muchos de los que profesan ser cristianos postergan
los requerimientos de Jesús en la vida, y le insultan dejándole una
mínima donación al morir. Recuerden todos los que pertenecen a
esta clase que este robo a Dios no es una acción impulsiva sino un
plan bien considerado, en cuyo prefacio dicen: “En pleno goce de
mis facultades”. Después de haber defraudado a la causa de Dios en
vida, perpetúan el fraude después de muertos, y esto con el pleno
consentimiento de sus facultades mentales. Un testamento tal es
lo que muchos se conforman con tener por almohada mortuoria.
Su testamento es parte de su preparación para la muerte, y está
preparado de manera que sus posesiones no perturben sus horas
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finales. ¿Pueden los tales pensar con placer en lo que se requerirá de
ellos cuando hayan de dar cuenta de su mayordomía?
Debemos todos ser ricos en buenas obras en esta vida, si que-
remos obtener la vida futura e inmortal. Cuando el juicio sesione,