Página 473 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 4 (2007)

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Los testamentos y legados
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y los libros se abran, cada uno será recompensado según sus obras.
Hay matriculados en el registro de la iglesia, muchos nombres al
frente de los cuales está anotado el robo en el libro mayor del cielo.
Y a menos que esas personas se arrepientan y obren por el Maes-
tro con generosidad desinteresada, participarán ciertamente de la
condenación del mayordomo infiel.
Sucede con frecuencia que un activo negociante muere repenti-
namente, y al examinar sus negocios se los encuentra muy enredados.
Cuando se procura poner sus cosas en orden, los honorarios de los
abogados consumen gran parte de la propiedad, si no toda, mientras
que su esposa e hijos y la causa de Cristo quedan despojados. Los
que son fieles mayordomos de los recursos del Señor, conocerán
exactamente la situación de sus negocios, y como hombres pruden-
tes estarán preparados para cualquier emergencia. Si hubiese de
terminar repentinamente su tiempo de gracia, no dejarían en una
perplejidad tan grande a aquellos que se viesen en la necesidad de
ordenar sus bienes.
Muchos no se preocupan de hacer su testamento mientras gozan
aparentemente de salud. Pero nuestros hermanos debieran tomar esa
precaución; debieran conocer su situación financiera y no dejar que
sus negocios se enreden. Deben ordenar su propiedad de manera que
puedan dejarla en cualquier momento.
Los testamentos deben hacerse de una manera que resistan la
prueba de la ley. Después de haber sido formulados, pueden perma-
necer durante años, y no causar ningún perjuicio, aunque se continúe
haciendo donativos de vez en cuando, según la causa los necesite.
La muerte no llegará un día más temprano, hermanos, porque hayáis
hecho vuestro testamento. Al legar vuestra propiedad por testamento
a vuestros parientes, cuidad de no olvidar la causa de Dios. Sois sus
agentes, conservadores de su propiedad; y debéis considerar primero
sus requerimientos. Vuestra esposa y vuestros hijos no han de ser
dejados en la indigencia; debéis proveer para ellos, si lo necesitan.
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Pero no introduzcáis en vuestro testamento, simplemente porque
es costumbre hacerlo, una larga lista de parientes que no sufren
necesidad.
Téngase siempre presente que el egoísta sistema actual de dis-
poner de la propiedad no es un plan ideado por Dios, sino por el
hombre. Los cristianos deben ser reformadores y romper el sistema