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Testimonios para la Iglesia, Tomo 4
La protección que cubría sus cabezas en la batalla se retiró. Varios
pecados acariciados y practicados por cristianos profesos atraen la
ira de Dios sobre la iglesia. En el día en que el Libro Mayor del
Cielo sea abierto el Juez no expresará con palabras la culpa de los
hombres, sino que echará una penetrante y acusadora mirada, y todas
las acciones, todas las transacciones de la vida quedarán vivamente
impresas en la memoria del transgresor. No será preciso que, como
en tiempos de Josué, se busque a la persona entre la tribu y la familia;
sus propios labios confesarán su vergüenza, su egoísmo, su codicia,
su deshonestidad, su disimulo y su fraude. Sus pecados, ocultos al
conocimiento de los hombres serán proclamados como si estuviesen
en medio de la plaza pública.
La influencia que más debe temer la iglesia no es la de los opo-
nentes, infieles y blasfemos declarados, sino la de los que profesan
a Cristo de manera inconsistente. Son los que obstaculizan las ben-
diciones del Dios de Israel y traen debilidad sobre la iglesia, un
reproche difícil de borrar. Mientras Josué estaba postrado sobre su
rostro, vertiendo su alma ante Dios, con lágrimas y agonía, la orden
de Dios fue una reprensión: “Levántate; ¿por qué te postras así sobre
tu rostro?”
Josué 7:10
.
Las iglesias populares están llenas de hombres que, pretendiendo
servir a Dios, son ladrones, asesinos, adúlteros y fornicadores; pero
quienes profesan nuestra humilde fe deben seguir un modelo más
elevado. Deben ser cristianos bíblicos y deben ser diligentes en el
estudio del Mapa de la vida. En oración, deben examinar cuidadosa-
mente los motivos que los empujan a actuar. Los que desean poner
su confianza en Cristo deben empezar a estudiar ahora la belleza
de la cruz. Si quieren ser cristianos vivos deben empezar a temer y
obedecer a Dios ahora. Si lo desean, pueden salvar sus almas de la
ruina y ganar la vida eterna.
La costumbre de explotar en el comercio, tan habitual en el mun-
do, no es ejemplo para los cristianos. No se deben apartar de la
perfecta integridad, ni aun en los asuntos más pequeños. Vender un
artículo por más de lo que vale, aprovechando la ignorancia del com-
prador, es un fraude. Los beneficios desleales, las pequeñas argucias
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en el comercio, la exageración, la competencia, el menosprecio a un
hermano que intenta llevar a cabo un negocio honrado son causa de
corrupción de la pureza de la iglesia y arruinan su espiritualidad.