Escogiendo tesoros terrenales
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que su amor por su Creador y por las almas por las cuales Cristo
murió. El dios de este mundo ha cegado sus ojos de modo que no se
valoren las cosas eternas.
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En el desierto de la tentación Cristo se vio frente a las grandes
y principales tentaciones que asaltan a los seres humanos. Allí se
encontró, con el enemigo artero y sutil, y lo venció. La primera gran
tentación tenía que ver con el apetito; la segunda, con la presunción;
la tercera, con el amor al mundo. Satanás ha vencido a millones
tentándolos a complacer el apetito. Mediante la gratificación del
gusto, el sistema nervioso se altera y se debilita la fuerza del cerebro,
haciendo imposible el pensamiento tranquilo y racional. La mente
se desequilibra. Sus facultades más elevadas y nobles se pervierten
para servir a la pasión animal, y no se toman en cuenta los intereses
sagrados y eternos. Cuando Satanás ha logrado este objetivo, en-
tonces puede acercarse con sus otras dos tentaciones principales, y
hallar cabida fácil. Sus múltiples tentaciones se derivan de estos tres
grandes puntos principales.
La presunción es una tentación común, y cuando Satanás asalta
a los seres humanos con ella, obtiene la victoria nueve veces de cada
diez, Los que profesan ser seguidores de Cristo y por su fe aseguran
estar enrolados en la guerra contra todo lo que es de naturaleza pe-
caminosa, frecuentemente se sumergen sin pensarlo en tentaciones
de las cuales se requeriría un milagro para sacarlos inmaculados. La
meditación y la oración los habría preservado e inducido a evitar
la posición crítica y peligrosa en la cual se colocaron al concederle
a Satanás una ventaja sobre ellos. Las promesas de Dios no son
para que las reclamemos irreflexivamente mientras nos apresuramos
temerariamente a entrar en el peligro, violando las leyes de la natu-
raleza y descuidando la prudencia y el juicio con que Dios nos ha
dotado. Esta clase de presunción es la más evidente de todas.
A Cristo le fueron ofrecidos los tronos y los reinos del mundo y
la gloria de ellos si tan sólo se postraba para adorar a Satanás. Los
seres humanos nunca serán probados con tentaciones tan poderosas
como las que asediaron a Cristo. Satanás se acercó con honores
mundanales, riquezas y los placeres de esta vida, y se los presentó
bajo una luz más atractiva con el fin de atraerlo y engañarlo. “Todo
esto te daré”, le dijo a Cristo, “si postrado me adorares”.
Mateo 4:9
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Cristo rechazó a su artero enemigo y salió victorioso.
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