Página 521 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 4 (2007)

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Los siervos de Dios
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la mano de su Padre nueva provisión de fuerza, salía refrigerado
y vigorizado como substituto del hombre, identificándose con la
humanidad doliente y dándole un ejemplo de la necesidad de la
oración.
Su naturaleza era sin mancha de pecado. Como Hijo del hombre,
oró al Padre, mostrando que la naturaleza humana requiere todo el
apoyo divino que el hombre puede obtener a fin de quedar fortalecido
para su deber y preparado para la prueba. Como Príncipe de la vida,
tenía poder con Dios y prevaleció por su pueblo. Este Salvador, que
oró por los que no sentían la necesidad de la oración, y lloró por
los que no sentían la necesidad de las lágrimas, está ahora delante
del trono, para recibir y presentar ante su Padre las peticiones de
aquellos por quienes oró en la tierra. Nos toca seguir el ejemplo
de Cristo. La oración es una necesidad en nuestro trabajo por la
salvación de las almas. Sólo Dios puede dar crecimiento a la semilla
que sembramos.
Fracasamos muchas veces porque no comprendemos que Cristo
está con nosotros por medio de su Espíritu, tan ciertamente como
cuando, en los días de su humillación, vivía en la tierra. El tiempo
transcurrido no ha obrado cambio alguno en la promesa que hiciera
a sus discípulos al separarse y ser alzado de ellos al cielo: “He
aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo”.
Mateo 28:20
. Él ordenó que debía haber una sucesión de hombres
herederos de la autoridad de los primeros maestros de la fe, para
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que continuasen predicando a Cristo y a Cristo crucificado. El gran
Maestro ha delegado potestad en sus siervos que tienen “este tesoro
en vasos de barro”.
2 Corintios 4:7
. Cristo dirigirá la obra de su
embajadores, si ellos aguardan sus instrucciones y su dirección.
Los ministros que son verdaderamente representantes de Cristo
serán hombres de oración. Con fervor y fe innegable, rogarán a Dios
para que sean fortalecidos para el deber y la prueba, y para que
sus labios sean santificados mediante el toque del carbón vivo del
altar, a fin de que puedan pronunciar las palabras de Dios a la gente.
“Jehová el Señor me dio lengua de sabios, para saber hablar palabras
al cansado; despertará mañana tras mañana, despertará mi oído para
que oiga como los sabios”.
Isaías 50:4
.
Cristo dijo a Pedro: “Simón, Simón, he aquí Satanás os ha pedido
para zarandearos como a trigo; pero yo he rogado por ti para que