Página 523 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 4 (2007)

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Los siervos de Dios
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que no podemos cumplirlo. Nuestro misericordioso Redentor se
compadece de nuestra debilidad; y cuando, en respuesta al clamor
de la fe, él asume la obra que le pedimos que haga, ¡cuán fácilmente
realiza lo que nos parecía tan difícil!
La historia del antiguo pueblo de Dios nos proporciona muchos
ejemplos en los que prevaleció la oración. Cuando los amalecitas
atacaron el campamento de Israel en el desierto, Moisés sabía que
su pueblo no estaba preparado para el encuentro. Mandó a Josué
con un puñado de soldados para hacer frente al enemigo, mientras
él mismo, con Aarón y Hur, se situaron en una colina que dominaba
el campo de batalla. Allí, el hombre de Dios presentó el caso al
Único que podía darles la victoria. Con manos extendidas hacia
el cielo, Moisés oró fervientemente por el éxito de los ejércitos de
Israel. Se observó que mientras sus manos permanecían elevadas,
Israel prevalecía contra el enemigo; pero cuando por el cansancio las
dejaba caer, Amalec prevalecía. Aarón y Hur sostuvieron las manos
de Moisés, hasta que la victoria, plena y completa, fue de Israel, y
sus enemigos fueron ahuyentados del campo.
Este ejemplo había de ser hasta el fin del tiempo una lección
para todo Israel, de que Dios es la fortaleza de su pueblo. Cuando
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Israel triunfaba, era porque Moisés alzaba las manos hacia el cielo, e
intercedía en su favor; de manera que cuando todo el Israel de Dios
prevalece, es porque el Poderoso asume su caso y pelea sus batallas
por ellos. Moisés no pidió ni creyó que Dios vencería a sus enemigos
mientras Israel permanecía inactivo. Ordenó todas sus fuerzas y las
mandó tan bien preparadas como se lo permitían sus medios, y luego
llevó todo el asunto a Dios en oración. Moisés, en el monte, rogaba al
Señor, mientras que Josué, con sus valientes soldados, estaba abajo
haciendo cuanto podía para rechazar a los enemigos de Israel y de
Dios. La oración que proviene de un corazón sincero y creyente es
la oración eficaz y fervorosa que puede mucho. Dios no contesta
siempre nuestras oraciones como nosotros lo esperamos, porque tal
vez no pedimos lo que será para nuestro mayor beneficio. Pero en su
sabiduría y amor infinitos, él nos dará las cosas que más necesitamos.
Feliz el ministro que tenga un Aarón y Hur que fielmente fortalezcan
sus manos cuando se cansan, y le sostengan por la fe y la oración.
Un apoyo tal es una ayuda poderosa para el siervo de Dios en su