Página 525 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 4 (2007)

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Los siervos de Dios
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petición de parte de un ser mortal finito! Pero, ¿es rechazado? ¿Lo
reprende Dios por su pretensión? No; oímos las misericordiosas
palabras: “Yo haré pasar todo mi bien delante de tu rostro”.
Éxodo
33:19
.
Ningún hombre podía ver la gloria revelada de Dios y sobrevivir;
pero a Moisés se le asegura que él contemplará tanto de la gloria
divina como puede soportar su estado mortal actual. Esa Mano que
hizo el mundo, que sostiene las montañas en sus lugares toma a este
hombre del polvo, este hombre de poderosa fe; y, misericordiosa,
lo oculta en la hendidura de la peña, mientras la gloria de Dios y
toda su benignidad pasan delante de él. ¿Podemos asombrarnos de
que “la magnífica gloria” (
2 Pedro 1:17
) resplandeciera en el rostro
de Moisés con tanto brillo que la gente no lo pudiera mirar? La
marca de Dios estaba sobre él, haciéndolo aparecer como uno de los
resplandecientes ángeles del trono.
Este incidente, y sobre todo la seguridad de que Dios oiría su
oración, y de que la presencia divina le acompañaría, eran de más
valor para Moisés como caudillo, que el saber de Egipto, o todo lo
que alcanzara en la ciencia militar. Ningún poder, habilidad o saber
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terrenales pueden reemplazar la inmediata presencia de Dios. En
la historia de Moisés podemos ver cuán íntima comunión con Dios
puede gozar el hombre. Para el transgresor es algo terrible caer en
las manos del Dios viviente. Pero Moisés no tenía miedo de estar a
solas con el Autor de aquella ley que había sido pronunciada con tan
pavorosa sublimidad desde el monte Sinaí; porque su alma estaba
en armonía con la voluntad de su Hacedor.
Orar es el acto de abrir el corazón a Dios como a un amigo. El
ojo de la fe discernirá a Dios muy cerca, y el suplicante puede obte-
ner preciosa evidencia del amor y del cuidado que Dios manifiesta
por él. Pero, ¿por qué sucede que tantas oraciones no son nunca
contestadas? Dice David: “A él clamé con mi boca, Y fue exaltado
con mi lengua. Si en mi corazón hubiese yo mirado a la iniquidad,
el Señor no me habría escuchado”
Salmos 66:17
. Por otro profeta,
el Señor nos ha dado la promesa: “Y me buscaréis y me hallaréis,
porque me buscaréis de todo vuestro corazón”.
Jeremías 29:13
. Y en
otro lugar habla de algunos que “no clamaron a mí con su corazón”.
Oseas 7:14
. Esas peticiones son oraciones de forma, servicio de
labios solamente, que el Señor no acepta.