Página 527 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 4 (2007)

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Los siervos de Dios
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“Mi alma tiene sed de Dios, del Dios vivo: ¿Cuándo vendré, y me
presentaré delante de Dios?”
Salmos 42:2
. “Me acuerdo de estas
cosas, y derramo mi alma dentro de mí”.
Salmos 42:4
.
A medida que nuestro número aumenta, deben hacerse planes
más amplios para satisfacer las demandas de los tiempos; pero
no vemos aumento especial de la ferviente piedad, de la sencillez
cristiana y de la devoción sincera. La iglesia parece conformarse
con dar tan sólo los primeros pasos en la conversión. Sus miembros
están más listos para la labor activa que para la devoción humilde,
más listos para dedicarse al servicio religioso externo que a la obra
interna del corazón. La meditación y la oración son descuidadas por
el bullicio y la ostentación. La religión debe empezar vaciando y
purificando el corazón, y debe ser nutrida por la oración diaria.
El progreso constante de nuestra obra y el aumento de las instala-
ciones llenan el corazón y la mente de muchos de nuestros hermanos
con satisfacción y orgullo que tememos hayan de reemplazar el amor
de Dios en el alma. La actividad intensa en la parte mecánica de la
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obra de Dios puede ocupar de tal manera la mente, que la oración
sea descuidada, y la importancia y suficiencia propia, tan dispuestas
a abrirse paso, reemplacen la verdadera bondad, mansedumbre y
humildad de corazón. Puede oírse el clamor: “Templo de Jehová,
templo de Jehová, templo de Jehová es éste”.
Jeremías 7:4
. “Ven
conmigo, y verás mi celo por Jehová”.
2 Reyes 10:16
. Pero, ¿dónde
están los que llevan las cargas? ¿Dónde están los padres y las madres
de Israel? ¿Dónde están los que llevan en el corazón la preocupación
por las almas, y se acercan con íntima simpatía a sus semejantes,
listos a colocarse en cualquier posición para salvarlos de la ruina
eterna?
“No con ejército, ni con fuerza, sino con mi Espíritu, ha dicho
Jehová de los ejércitos”.
Zacarías 4:6
. “Vosotros sois”, dijo Cristo,
“la luz del mundo”.
Mateo 5:14
. ¡Qué responsabilidad! Hay ne-
cesidad de ayuno, humillación y oración sobre nuestro decadente
celo y espiritualidad lánguida. El amor de muchos se está enfriando.
Los esfuerzos de muchos de nuestros predicadores no son lo que
debieran ser. Cuando algunos de los que carecen del Espíritu y del
poder de Dios entran en un nuevo campo, empiezan denunciando
a las demás denominaciones, pensando que pueden convencer a la
gente de la verdad presentando las inconsistencias de las iglesias