Página 532 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 4 (2007)

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Testimonios para la Iglesia, Tomo 4
Algunos no han visto la importancia real, no sólo de asistir a las
reuniones religiosas, sino también de dar testimonio de Cristo y la
verdad. Si esos hermanos no adquieren fuerza espiritual mediante
el cumplimiento de todas y cada una de las obligaciones cristianas,
estableciendo así una relación más estrecha y sagrada con su Reden-
tor, sus facultades morales se debilitarán. A menos que cambien su
conducta, con toda seguridad, se marchitarán espiritualmente.
Los hombres que están a cargo de nuestras instituciones ocupan
puestos de gran responsabilidad. No deben ser distraídos de sus
responsabilidades, pero tampoco pensar que son imprescindibles.
Dios puede trabajar sin ellos, pero ellos no pueden trabajar sin Dios.
Es necesario que aprendan a trabajar en armonía. Si desempeñan su
función de manera honorable, cada uno de ellos podrá velar por los
intereses financieros de la institución que se le ha confiado. Tales
hombres deberán ser extremadamente cautos para que su departa-
mento no sea el único que se tenga en cuenta y, así no perjudiquen a
otros departamentos de igual importancia.
Hermanos, corréis el peligro de cometer graves errores en los
negocios que emprendéis. Dios os advierte para que estéis vigilantes
si no queréis invadir el terreno de vuestros colegas. Cuidad de no
cultivar la estafa porque no resistiréis la prueba del día de Dios.
Es preciso que seáis perspicaces y cuidadosos en vuestros cálculos
porque deberéis tratar con todo tipo de personas; debéis vigilar los
intereses de nuestras instituciones o miles de dólares irán a parar a
manos de hombres deshonestos. Sin embargo, no permitáis que esos
rasgos se conviertan en fuerza dominante. Sometidos a un control
adecuado, son elementos esenciales para el carácter; si conserváis
el temor de Dios ante vosotros y su amor en el corazón estaréis
seguros.
Es mucho mejor renunciar a algunos beneficios que cultivar un
espíritu avaricioso y, de ese modo, convertirlo en parte de nuestra
naturaleza. La ruindad es indigna de un cristiano. La gran cuchilla
de la verdad nos ha separado del mundo. Aunque puedan ser muy
evidentes para los demás, no siempre podemos ver los malos rasgos
de nuestro carácter. Sin embargo, el tiempo y las circunstancias, con
toda seguridad, sacarán a la luz el oro o descubrirán el vil metal de
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nuestro carácter. Los hombres no nos conocen hasta que el crisol
de Dios nos pone a prueba. Cada pensamiento bajo, cada mala