Página 543 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 4 (2007)

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Deber hacia los pobres
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los pobres y se quejó por lo que consideró un desperdicio de dinero.
Pero Jesús vindicó el acto diciendo: “Dejadla, ¿por qué la molestáis?
Buena obra me ha hecho”. “De cierto os digo que dondequiera que
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se predique este evangelio, en todo el mundo, también se contará
lo que ésta ha hecho, para memoria de ella”.
Marcos 14:6, 9
. Con
esto se nos enseña que Cristo debía ser honrado por medio de la
consagración de lo mejor de nuestros bienes. Si dirigiéramos toda
nuestra atención a aliviar las necesidades de los pobres, la causa de
Dios sería descuidada. Ninguna de las dos debería verse afectada
si sus mayordomos cumplen su deber, pero la causa de Cristo debe
venir primero.
Los pobres debieran tratarse con tanto interés y atención como
los ricos. La práctica de honrar a los ricos y despreciar y descuidar a
los pobres es un delito a la vista de Dios. Los que están rodeados
por todas las comodidades de la vida, o que reciben atenciones
especiales del mundo porque son ricos, no experimentan la necesidad
de compasión y de tierna consideración como las personas cuyas
vidas han sido una larga lucha con la pobreza. Estos últimos tienen
muy poco en esta vida que los haga felices o alegres, debido a lo
cual apreciarían las manifestaciones de afecto y amor. Los médicos
y sus colaboradores en ningún caso debieran descuidar a esta clase,
porque al hacerlo pueden descuidar a Cristo en la persona de sus
santos.
Nuestro sanatorio fue levantado para beneficiar a la humanidad
doliente, tanto a los ricos como a los pobres, en todo el mundo. Mu-
chas de nuestras iglesias tienen muy poco interés en esta institución,
a pesar de que cuentan con evidencia suficiente de que es uno de los
instrumentos designados por Dios para llevar a hombres y mujeres
bajo la influencia de la verdad y para salvar muchas almas. Las
iglesias que tienen pobres en su congregación no debieran descuidar
su mayordomía y arrojar la carga de los pobres y enfermos sobre el
sanatorio. Todos los miembros de las diversas iglesias son responsa-
bles delante de Dios por los afligidos. Llevarán también sus cargas.
Si tienen enfermos entre ellos y desean que reciban el beneficio de
algún tratamiento, envíenlos al sanatorio si es posible. Al hacerlo,
no sólo utilizarán la institución que Dios ha establecido, sino que
ayudarán a los que necesitan ayuda, y se preocuparán de los pobres
de la forma que Dios requiere.