Obreros fieles
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mildad, mansedumbre y amor, hasta que los hombres experimenten
el encanto de la hermosura de la santidad. La mejor forma de pre-
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servar nuestra religión no es colocarla en una botella, como si fuera
perfume, para que no se escape su fragancia.
Los conflictos y rechazos que experimentemos nos harán más
fuertes y darán estabilidad a nuestra fe. No nos inclinemos como un
bejuco delante del viento, impulsados por toda influencia pasajera.
Nuestras almas, entibiadas y vigorizadas por las verdades del Evan-
gelio y refrescadas por la gracia divina, han de abrirse, expandirse
y derramar su fragancia sobre otros. Vestidos con toda la armadura
de la justicia, podemos hacer frente a cualquier influencia sin que se
manche nuestra pureza.
Todos han de considerar que los derechos que Dios tiene sobre
ellos desatan a todos los demás. Dios ha dado a toda persona ca-
pacidades que debe mejorar haciendo reflejar la gloria del Dador.
Cada día hay que realizar un progreso. Si los obreros se van del
sanatorio tal como llegaron, sin haber realizado una mejora definida,
sin haber aumentado sus conocimientos y poder espiritual, han expe-
rimentado una pérdida. Dios se propone que los cristianos crezcan
continuamente, que se desarrollen hasta alcanzar la estatura plena
de hombres y mujeres en Cristo. Todos los que no se tornan más
fuertes ni quedan más firmemente arraigados en la verdad, están
retrocediendo continuamente.
Hay que realizar un esfuerzo especial para conseguir los servi-
cios de obreros cristianos cuidadosos. Dios tiene el propósito de
que se organice una institución que beneficie la salud, controlada
exclusivamente por adventistas del séptimo día; y cuando se trae a
incrédulos para que ocupen puestos de responsabilidad, habrá allí
una influencia que pesará considerablemente contra el sanatorio. No
es el propósito de Dios que esta institución se dirija de acuerdo a la
modalidad con que se administran las demás instituciones de salud
del país; en cambio se propone que sea uno de los instrumentos más
eficaces en sus manos para dar la luz al mundo. Debe contar con
habilidad científica, con poder moral y espiritual, y debe ser un fiel
centinela de la reforma en todo sentido. Y todos los que partici-
pan en el trabajo, serán reformadores, respetarán sus reglamentos
y obedecerán la luz de la reforma pro salud que ahora brilla sobre
nosotros como pueblo.
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