Página 551 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 4 (2007)

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Obreros fieles
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Hermanos, vivimos en un tiempo solemne. Es preciso llevar a
cabo una importante obra por nuestras propias almas y las de los de-
más o nos enfrentaremos ante una infinita pérdida. Es preciso que la
gracia de Dios nos transforme o perderemos el cielo y arrastraremos
a otros en nuestra caída. Os aseguro que los conflictos y las cuitas
que debemos soportar en el cumplimiento de nuestras obligaciones
movidos por nuestra fidelidad a Cristo no son obra suya. No nos las
impone un mandamiento arbitrario o innecesario; no proceden de la
severidad de la vida que nos exige que llevemos en su servicio. La
cantidad y la fuerza de las pruebas serán mayores si no obedecemos
a Cristo y nos convertimos en siervos de Satanás y esclavos del
pecado.
Jesús nos invita a acudir a él para que pueda aliviar nuestras
cargadas espaldas del peso que nos abruma y poner sobre nosotros
su yugo, que es fácil y su carga, que es ligera. La senda que nos invita
a seguir no nos causará dolor alguno siempre que estemos dispuestos
a andar por ella. Cuando nos desviamos de la senda del deber el
camino se vuelve difícil y espinoso. Los sacrificios que debemos
hacer al seguir a Cristo son sólo los pasos necesarios para regresar
a la senda de luz, de paz y de felicidad. La indolencia acrecienta
las dudas y los temores. Cuanto más se los consiente, más difíciles
de vencer se vuelven. La seguridad está en abandonar todo apoyo
terrenal y aferrarnos a la mano del que levantó y salvó al discípulo
que se hundía en el mar tormentoso.
Dios os pide que mezcléis la confiada sencillez del niño con la
fuerza y la madurez del hombre. Así y por medio de los méritos
de Cristo desarrollaréis el verdadero oro del carácter. Mi alma está
afligida por aquellos que no sienten la necesidad de unión constante
con el cielo para hacer la obra que se les ha encomendado como
fieles centinelas de Dios.
La religión es necesaria. Debemos comer del pan de vida y beber
del agua de salvación. Debemos acoger el amor, no el que recibe el
falso nombre de caridad, que nos llevaría a amar el pecado y a recibir
a los pecadores, sino la caridad y la sabiduría de la Biblia que es,
ante todo, pura, pacífica, fácil de pedir y está llena de misericordia y
buenos frutos.
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Todos los que ejercen alguna influencia en el sanatorio han de
conformarse a la voluntad de Dios, humillarse personalmente y