Página 552 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 4 (2007)

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Testimonios para la Iglesia, Tomo 4
abrir el corazón a la influencia preciosa del Espíritu de Cristo. El
oro probado en fuego representa amor y fe. Muchos carecen casi
completamente de amor. La autosuficiencia enceguece sus ojos a
su gran necesidad. Existe una necesidad positiva de una conversión
diaria a Dios, y de una experiencia renovada, profunda y diaria en la
vida religiosa.
Especialmente en los corazones de los médicos debiera surgir un
deseo muy ferviente de recibir la sabiduría que únicamente Dios pue-
de impartir; porque en cuanto se llenan de confianza propia quedan
abandonados a sí mismos, para seguir los impulsos de un corazón
no santificado. Cuando veo lo que estos médicos podrían llegar a
ser si se mantuvieran conectados con Cristo, y lo que no llegarán
a ser si no se relacionan diariamente con él, me lleno de aprensión
al ver que podrían conformarse con alcanzar una norma mundanal
sin tener anhelos ardientes e intensos de alcanzar la hermosura de la
santidad, el adorno del espíritu manso y humilde, lo cual es de gran
valor ante la vista de Dios.
La paz de Cristo, esa paz que el dinero no puede comprar, que el
talento no puede conseguir, que el intelecto no puede obtener, es el
don de Dios. La religión de Cristo: ¿cómo podría hacer que todos
comprendieran su gran pérdida si dejaran de obedecer sus principios
santos en su vida diaria? La mansedumbre y humildad de Cristo
son el poder del cristiano. Son en realidad más preciosos que todas
las cosas que el genio pueda crear o la riqueza pueda adquirir. De
todas las cosas que se buscan, que se anhelan y se cultivan, no hay
nada tan valioso ante la vista de Dios como un corazón puro, una
disposición llena de agradecimiento y de paz.
Si la armonía divina de la verdad y el amor existe en el corazón,
se convertirá en palabras y acciones. El cultivo más cuidadoso de
las cualidades externas y las cortesías de la vida no tienen poder
suficiente para eliminar el mal humor, el juicio severo y las palabras
impropias. El espíritu de benevolencia genuina debe morar en el
corazón. El amor imparte al que lo posee gracia, decoro y un com-
portamiento digno. El amor ilumina el rostro y suaviza la voz; refina
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y eleva en todo sentido. Pone a la persona en armonía con Dios,
porque es un atributo divino.
Muchos corren el peligro de pensar que por causa de las preo-
cupaciones del trabajo, al practicar la medicina y al escribir sobre