Página 555 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 4 (2007)

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Obreros fieles
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del carácter, pueden soportar cualquier situación que el Señor en su
providencia les envíe, rodeada por cualquier influencia perjudicial,
sin que por eso se aparten de la senda correcta.
Muchos fracasan allí donde debieran haber tenido éxito porque
no son conscientes de hasta qué punto tienen influencia sus palabras
y sus acciones. Los afectan las circunstancias y parecen pensar
que sus vidas son de su propiedad, que pueden seguir cualquier
conducta que les parezca más agradable, aunque sea irrespetuosa
con los demás. Tales personas son autosuficientes y de poco fiar.
No consideran en oración su responsabilidad y sus deberes y no se
dan cuenta de que el desempeño fiel de las obligaciones de la vida
presente es la única esperanza para ganar la vida futura e inmortal.
Si tales personas hicieran de la palabra de Dios el objeto de su
estudio y su guía verían que nadie “vive para sí”.
Romanos 14:7
.
Del Relato Inspirado aprenderían que para Dios tiene un gran valor
la familia humana. Las obras de su creación en los sucesivos días
recibieron el calificativo de bueno, pero del hombre, formado a la
imagen de su Creador, se dijo que era “bueno en gran manera”.
Gé-
nesis 1:31
. Ninguna otra criatura de Dios ha recibido tantas muestras
de su amor. Cuando el pecado lo echó todo a perder, Dios dio a
su Hijo amado para redimir la raza caída. Su voluntad era que no
pereciesen por sus pecados, sino que viviesen para usar sus faculta-
des bendiciendo al mundo y honrando a su Creador. Los cristianos
profesos que no viven para beneficio de los demás y siguen su propia
y perversa voluntad en lugar de la de Dios, el Maestro los llamará
para que le rindan cuentas por el mal uso de las bendiciones que les
ha dado.
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Jesús, el gran Capitán del cielo, abandonó los atrios celestiales
para venir a un mundo calcinado y marchito por la maldición. Tomó
sobre sí nuestra naturaleza para, abrazar toda la raza con su brazo
humano, a la vez que con su brazo divino se aferró a la omnipoten-
cia y, de ese modo, ligó el hombre finito al Dios infinito. Nuestro
Redentor vino al mundo para mostrar cómo debe vivir el hombre
para asegurarse la vida inmortal. Nuestro Padre celestial hizo un
sacrificio infinito al dar a su Hijo para que muriera en lugar del
hombre caído. El precio pagado por nuestra redención nos debería
dar visiones elevadas de lo que podemos llegar a ser por medio de
Cristo.