Página 559 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 4 (2007)

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Influencia cristiana
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Algunos reconocerán la veracidad de lo que escribo, pero no se
dará en ellos ningún cambio radical; no pueden discernir las enga-
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ñosas maquinaciones del corazón carnal y a causa de su ceguera
espiritual las influencias que corrompen y arruinan el alma los sedu-
cirán. El hechizo de la tentación atrapa con sus encantos a los que no
se aperciben del peligro. En cada ocasión favorable el adversario de
las almas los usará como sus agentes y agitará todos los elementos
de depravación que existen en sus naturalezas impías. Manifestarán
una tendencia continua hacia lo que es maligno. Los apetitos y las
pasiones clamarán indulgencia. Los hábitos de años se revelarán
bajo las poderosas tentaciones de Satanás. Si tales personas se en-
contraran a muchas millas de distancia de nuestras instituciones de
Battle Creek, la causa de Dios sería mucho más próspera.
Esas personas se reformarían si tuvieran el más mínimo sentido
de su condición y la perniciosa influencia que ejercen, a la vez
que se esforzarían decididamente por corregir sus errores. Pero no
meditan, ni oran, ni leen las Escrituras como debieran. Son frívolos
y volubles. No están anclados en ninguna parte. Los que desean ser
fieles y ejercer una influencia salvífica sobre los demás encuentran
en estas personas un tropezadero para sus pasos y su trabajo es diez
veces más duro de lo que sería de otro modo.
Se me ha mostrado que los médicos deberían estar más estre-
chamente unidos a Dios y permanecer y trabajar sinceramente en
su fuerza. Su papel es de responsabilidad. No están en juego las
vidas de sus pacientes, sino también sus almas. Muchos a quienes
se proporcionan beneficios físicos también podrían recibir una gran
ayuda espiritual. Tanto la salud del cuerpo como la salvación del
alma dependen en gran medida de la conducta de los médicos. Es de
la máxima importancia que obren correctamente; que no sólo tengan
conocimientos científicos, sino que también conozcan la voluntad y
las maneras de Dios. Sobre ellos descansan grandes responsabilida-
des.
Hermanos, debéis ser conscientes de vuestra responsabilidad
y, por causa de ella, humillar vuestras almas ante Dios y pedirle
sabiduría. No os habéis dado cuenta de hasta qué punto la salvación
de las almas de aquellos cuyo sufrimiento corporal queréis aliviar
depende de vuestras palabras, vuestras acciones y vuestra conducta.
Vuestro trabajo deberá resistir la prueba del juicio. Debéis guardar
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