Página 560 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 4 (2007)

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Testimonios para la Iglesia, Tomo 4
vuestras propias almas del pecado de la soberbia, la autosuficiencia
y la confianza en sí mismo.
Conservad una verdadera dignidad cristiana pero evitad cualquier
fingimiento. Que vuestro corazón y vuestra vida sean estrictamente
honrados. Que la fe, como la palmera, hinque sus raíces por debajo
de las cosas aparentes y obtenga alimento espiritual de las fuen-
tes vivas de la gracia y la misericordia de Dios. Hay una corriente
de agua que fluye hacia la vida eterna. Tomad vuestra vida de esa
fuente oculta. Y si os despojáis de la soberbia y fortalecéis el al-
ma por medio de la comunión constante con Dios, promoveréis la
felicidad de todos aquellos que entren en contacto con vosotros.
Os apercibiréis del olvidado, informaréis al ignorante, alentaréis al
oprimido y abatido y, en la medida de lo posible, aliviaréis al que
sufre. Emprenderéis el camino hacia el cielo además de indicarlo.
No os satisfagáis con el conocimiento superficial. Que las adula-
ciones no os obnubilen ni os desaliente la crítica. Satanás intentará
que llevéis una conducta tal que seáis objeto de admiración y adula-
ción, alejaos de tales engaños. Sois siervos del Dios vivo.
La relación con los enfermos es un proceso extenuante y acaba-
ría por secar las fuentes mismas de la vida si no tuvierais ocasión
ni oportunidad de recreo y los ángeles de Dios no os guardaran
y protegiesen. Si pudieseis ver de cuántos peligros os libran esos
mensajeros del cielo, el corazón os rebosaría de gratitud y los labios
no cesarían de expresarla. Si hacéis que Dios sea vuestra fuerza,
aun en las circunstancias más desalentadoras, podréis alcanzar una
altitud y una amplitud de perfección cristiana que apenas podríais
imaginar que fuese posible alcanzar. Vuestros pensamientos se ele-
varán, vuestras aspiraciones serán nobles, la percepción de la verdad
será clara y los propósitos de acción os levantarán por encima de los
motivos sórdidos.
Tanto el pensamiento como la acción serán necesarios para que
alcancéis la perfección de carácter. Mientras estéis en contacto con
el mundo debéis guardaros de no buscar con demasiada vehemencia
el aplauso de los hombres y vivir según su opinión. Si queréis andar
sobre lo seguro, sed prudentes, cultivad la gracia de la humildad y
aferrad vuestras almas a Cristo. En todos los sentidos podéis ser
hombres de Dios. En medio de la confusión y la tentación de la
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