Página 561 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 4 (2007)

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Influencia cristiana
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multitud mundana, con perfecta dulzura, podéis conservar la inde-
pendencia del alma.
Si estáis en comunión diaria con Dios aprenderéis a valorar
a los hombres como él los valora y la obligación que tenéis de
bendecir a la humanidad sufriente tendrá una pronta respuesta. No
os pertenecéis; el Señor tiene sagrados derechos sobre vuestros
afectos más supremos y los más altos servicios de vuestra vida.
Tiene el derecho de usaros, en cuerpo y mente, hasta el grado sumo
de vuestras capacidades para su honra y gloria. Cualquiera que sea
la cruz que debáis cargar, cualquiera que sean los sufrimientos y
trabajos que su mano os imponga, tenéis la obligación de aceptarlos
sin murmurar.
Aquellos por quienes trabajáis son vuestros hermanos que se
encuentran en la desesperanza, que sufren trastornos físicos y la lepra
espiritual del pecado. Si sois mejores que ellos lo acreditará la cruz
de Cristo. Son culpables, corruptos y degradados, son esclavos de los
engaños de Satanás. Aun así, Cristo bajó del cielo para redimirlos.
Son merecedores de la más tierna piedad, compasión y esfuerzo
infatigable porque están al límite mismo de la ruina. Sufren a causa
de sus deseos no satisfechos, sus pasiones desordenadas y la condena
de sus propias conciencias; son miserables en todos los sentidos
de la palabra porque pierden su afecto por esta vida y no tienen
perspectivas para la vida futura.
Vuestro campo de trabajo es importante, debéis estar activos y
vigilantes, prestando pronta e incondicional obediencia a los llama-
mientos del Maestro. Tened siempre en mente que vuestros esfuerzos
por reformar a los otros deben ser hechos en el espíritu de una fir-
me amabilidad. Nada ganaréis si os mantenéis fríos y distantes de
aquellos a quienes ayudáis. Debéis hacer que los pacientes vean que
al sugerirles que reformen sus hábitos y costumbres les presentáis
algo que no los arruinará, sino que los salvará, y que a la vez que
abandonan lo que hasta entonces habían tenido por bueno, deben
construir sobre una base más segura. Si bien la reforma debe ser
defendida con firmeza y resolución, toda apariencia de rudeza o
espíritu dominador debe ser cuidadosamente evitada. Cristo nos dio
preciosas lecciones de paciencia, longanimidad y amor. La rudeza
no es signo de energía, tampoco lo es la dominación ni el heroísmo.
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El Hijo de Dios era persuasivo. Atraía a los hombres hacia sí. Sus