Página 566 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 4 (2007)

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Testimonios para la Iglesia, Tomo 4
de la vida temporal. No se olvidó de los fragmentos que quedaron
después del festín, aun cuando pudiese hacer un banquete cuando
le apeteciera. Los obreros de nuestras instituciones harían bien en
aprender esta lección: “Recoged los pedazos que sobraron para que
no se pierda nada”.
Juan 6:12
. Todos tenemos este deber, quienes
ocupan un cargo de dirección deberían ser ejemplo.
Aquellos cuyas manos están abiertas para responder a las pe-
ticiones de recursos para sostener la causa de Dios y aliviar a los
sufrientes y los necesitados, son ahorrativos, rigurosos y prontos en
la gestión de sus negocios. Siempre ponen cuidado en no permitir
que sus gastos superen sus ingresos. Economizan por principio y
sienten que es su deber ahorrar para poder tener algo que dar.
Algunos de los obreros, como los hijos de Israel, permiten que las
apetencias pervertidas y los hábitos de indulgencia antiguos clamen
victoria. Como el antiguo Israel, añoran los puerros y las cebollas
de Egipto. Todos los que están relacionados con estas instituciones
deberían adherirse estrictamente a las leyes de vida y salud y así,
con su ejemplo, no dar tregua a los malos hábitos de los otros.
La transgresión en las pequeñas cosas es lo primero que aleja el
alma de Dios. Con el único pecado de participar del fruto prohibido,
Adán y Eva abrieron las compuertas del infortunio sobre el mundo.
Algunos considerarán que esa transgresión es muy poca cosa, pero
vemos que sus consecuencias fueron catastróficas. Los ángeles del
cielo tienen una esfera de acción más elevada y amplia que nosotros,
pero para ellos y para nosotros, lo bueno y correcto son la misma
cosa.
Un espíritu miserable y perverso no deberá conducir a los di-
rigentes a que reprendan los errores y pidan que todos los obreros
actúen con justicia, espíritu ahorrativo y abnegación. Guardar los
intereses de nuestras instituciones en esos asuntos no es rebajar la
dignidad debida. Los que son fieles por naturaleza, buscan la fide-
lidad en los demás. La estricta integridad gobernará la gestión de
los administradores y será objeto del favor de todos aquellos que
trabajan bajo sus órdenes.
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Los hombres con principios no necesitan la restricción de los
candados y las llaves, no es preciso que se los vigile y se los guarde.
Sus tratos serán fieles y honorables en todo momento, tanto cuando
están solos, sin que nadie los observe, como cuando están en público.