Página 57 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 4 (2007)

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Escogiendo tesoros terrenales
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no se da cuenta de ello. No se ofenda porque expongo este asunto
con tanta claridad ante usted, Dios le ama. ¡Cuán mezquinamente le
ha devuelto usted su amor.
Se me mostró que en su primera experiencia, su corazón ful-
guraba con la verdad; su mente estaba absorbida en el estudio de
las Escrituras; descubría nueva belleza en cada línea. Entonces la
buena semilla sembrada en su corazón estaba brotando y llevando
fruto para la gloria de Dios. Pero después de un tiempo, los cuidados
de esta vida y el engaño de las riquezas ahogaron la buena semilla
de la Palabra de Dios que había sido sembrada en su corazón, y
dejó de dar fruto. La verdad luchaba por la supremacía en su mente,
pero los cuidados de esta vida y el amor a otras cosas ganaron la
victoria. Satanás procuró, a través de las atracciones de este mundo,
encadenarlo y paralizar sus poderes morales de modo que no lograse
percibir los derechos que Dios tiene sobre usted; y en esto casi ha
tenido éxito.
Ahora, querido hermano, debe hacer un esfuerzo intenso y per-
severante para desalojar al enemigo y afirmar su libertad; porque
él lo ha transformado en esclavo de este mundo, hasta que su amor
por las ganancias se ha convertido en la pasión directriz. Su ejemplo
para los demás ha sido malo; los intereses egoístas han tenido pro-
minencia. Por profesión, usted le dice al mundo: “Mi ciudadanía no
está aquí, sino arriba”. Sin embargo, sus obras dicen definidamente
que usted es un habitante de este mundo. Como una red vendrá el
día del juicio sobre todos los que moran en la faz de la tierra. Su
profesión es tan sólo un estorbo para las almas. Usted no tiene obras
que correspondan a ella. “Yo conozco tus obras” (no tu profesión),
dice el testigo fiel.
Apocalipsis 2:9, 13, 19
. Dios está ahora zaran-
deando a su pueblo, probando sus propósitos y sus motivos. Muchos
serán como la paja: Sin nada de trigo, sin nada de valor en ellos.
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Cristo ha confiado a su cuidado talentos de recursos y de in-
fluencia, y le ha dicho: Hazlos rendir hasta que yo venga. Cuando el
Amo venga y saque cuentas con sus siervos, todos serán llamados
a dar estricta cuenta de la manera como han usado los talentos que
se les confiaron. ¿Cómo soportará usted, querido hermano, la inves-
tigación? ¿Estará preparado para devolverle al Señor sus talentos
duplicados, colocando delante de Él tanto el capital como el inte-
rés, mostrando así que usted ha sido un obrero juicioso además de