Condición y obra del sanatorio
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Señor, y no toquéis lo inmundo”.
2 Corintios 6:17
. Los que son
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responsables del sanatorio deberían guardarse en extremo de que las
diversiones no sean de carácter demasiado bajo para el modelo de
cristianismo y rebajen esa institución al nivel de otras y debiliten
el poder de la verdadera piedad en la mente de los que están rela-
cionados con Cristo. Los entretenimientos mundanos o teatrales no
son esenciales para la prosperidad del sanatorio o la salud de sus
pacientes. Cuantas más diversiones de esta clase tengan, menor será
su satisfacción y será preciso continuar con ellas. La mente busca
enfebrecidamente todo lo que es nuevo y excitante, exactamente
aquello que no debería tener. Si tales diversiones se permiten, aun
tan sólo una vez, se esperará que se repitan y los pacientes perderán
el placer de una simple disposición para ocupar el tiempo. Por otra
parte, los pacientes necesitan reposo y no excitación.
Tan pronto como se introducen esas diversiones, de muchas men-
tes desaparecen las objeciones para asistir al teatro y la exigencia de
que se representen en el escenario escenas morales de tono elevado,
rompe la última barrera. Los que permitan tal clase de diversiones
en el sanitario deberían buscar, ante todo, la sabiduría de Dios para
dirigir a las pobres, hambrientas y sedientas almas a la Fuente de
gozo, paz y felicidad.
Cuando se ha abandonado la senda correcta es difícil regresar a
ella. Se han derribado las barreras y se han roto las salvaguardas. Un
paso en la dirección errónea allana el camino para otro. Una simple
copa de vino puede abrir la puerta a la tentación que llevará a hábitos
de embriaguez. Bastará con que se permita un único sentimiento
vengativo para que se dé vía libre a un tren de sentimientos que
acaben con un asesinato. La más mínima desviación de los principios
y lo que es correcto llevará a la separación de Dios y es probable
que acabe en la apostasía. Lo que hacemos una vez, a la siguiente lo
haremos con más naturalidad y disposición; continuar avanzando por
una senda, sea ésta la correcta o no, es más fácil que empezar a andar
por ella. Cuesta menos tiempo y trabajo corromper nuestros caminos
ante Dios que engarzar en el carácter los hábitos de la justicia y la
verdad. A un hombre le resulta difícil abandonar aquello a lo que
se ha acostumbrado, independientemente de que su influencia sea
buena o mala.
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