Página 576 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 4 (2007)

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Testimonios para la Iglesia, Tomo 4
recibido una gran luz, muchos conocimientos y privilegios superio-
res. La condena será de acuerdo con la luz que se nos ha dado, que
permanece desaprovechada y, por lo tanto, no es esparcida sobre
otros.
La mente de algunos se ha adentrado en la vía de la incredulidad.
Esas personas creen que hay razones para dudar de la palabra y
la obra de Dios porque la conducta de algunos que profesan ser
cristianos les parece cuestionable. ¿Es razón para que tambaleen los
cimientos? No. No debemos hacer que la conducta de otros sea la
base de nuestra fe. Debemos imitar a Cristo, el Modelo perfecto.
Si alguno permite que su unión con él se debilite por causa de
los defectos que se ven en los caracteres de los que profesan la
verdad, siempre se encontrará sobre arenas movedizas. Debe dirigir
sus ojos al Autor y Sustentador de la fe; debe fortalecer el alma
con la promesa del gran apóstol: “Pero el fundamento de Dios está
firme, teniendo este sello: ‘Conoce el Señor a los que son suyos’”.
2 Timoteo 2:19
. No podemos engañar a Dios. Lee correctamente
el carácter. Conoce los motivos. Nada escapa al ojo que todo lo ve;
los pensamientos, las intenciones y los propósitos del corazón. Lo
discierne todo.
No hay excusa para la duda o el escepticismo. Dios ha hecho
amplia provisión para fortalecer la fe de todos los hombres, si quie-
ren decidir por el peso de las evidencias. Pero si antes de creer,
esperan que cada objeción aparente sea eliminada, nunca se fortale-
cerán, arraigarán ni afirmarán en la verdad. Dios no eliminará nunca
todas las aparentes dificultades de nuestra senda. Los que deseen
dudar, podrán hallar oportunidad para ello; los que deseen creer,
tendrán suficientes evidencias en las cuales basar su fe. La actitud
de algunos es inexplicable, aun para ellos mismos. Van a la deriva,
sin anclas, debatiéndose en la niebla de la incertidumbre. Pronto se
apodera Satanás del timón, y lleva su frágil embarcación doquie-
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ra le place. Pasan a estar sujetos a su voluntad. Si estos espíritus
no hubiesen escuchado a Satanás, no habrían sido engañados por
sus sofismas; si se hubiesen inclinado del lado de Dios, no habrían
quedado confundidos y aturdidos.
Dios y los ángeles observan con intenso interés el desarrollo del
carácter y pesan el valor moral. Los que resisten las maquinacio-
nes de Satanás saldrán como oro probado en el fuego. Los que son