Página 598 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 4 (2007)

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Testimonios para la Iglesia, Tomo 4
actuación adolecía de dignidad o sentido común. Según fuera su
fama, sus desatinos cerraron la puerta a cualquier influencia que
pudieran ejercer en el futuro como hombres que llevan el mensaje
de la verdad al mundo. Fue un engaño de Satanás. Era correcto
que mejoraran el habla, pero el hecho de que dedicaran tiempo y
dinero a ese único aspecto y al absorber la mente en él los arrastró
al extremismo y mostró su debilidad.
Hay jóvenes que se tienen a sí mismos por observadores del
sábado y añaden el título de “profesor” a sus nombres y estropean
su comunidad con lo que no entienden. Muchos pervierten así la luz
que Dios consideró adecuado darles. Sus mentes están desequilibra-
das. La dicción se ha convertido en algo muy conocido. Ha atrapado
a los hombres en una tarea que no pueden desempeñar sabiamente y
los echó a perder por hacer un trabajo que, si hubiesen sido humil-
des, modestos y temerosos de Dios, se habría visto coronado por un
glorioso éxito. Esos jóvenes habrían sido muy útiles en el campo
misionero como colportores y oradores en las carpas, o como predi-
cadores autorizados demostrando su valía para la tarea ministerial,
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trabajando aquí y para la eternidad. Pero la idea de convertirse en
profesores de dicción los ha arrebatado y Satanás se ríe porque los
ha atrapado en una red que había tejido expresamente para ellos.
Los siervos de Dios siempre deberían estar unidos. Deberían
reprimir y controlar los rasgos de carecer fuertes y, día a día, refle-
xionar con detenimiento sobre la naturaleza de la estructura de la
vida que construyen. ¿Son caballeros cristianos en su vida diaria?
¿Sus vidas están adornadas con acciones nobles y justas, de manera
que el edificio de su carácter se yergue como un hermoso templo
de Dios? Del mismo modo que una simple astilla basta para hundir
un barco y un simple defecto borra todo el valor de una cadena,
un único rasgo de carácter desmoralizador revelado en palabras o
acciones dejará su influencia para el mal y si no se vence, subvertirá
todas las virtudes.
Cada una de las facultades de la persona es un obrero que cons-
truye aquí para la eternidad. Día tras día, la estructura se va levan-
tando sin que su propietario se dé cuenta. Es un edificio que debe
levantarse como un faro de advertencia a causa de su deformidad o
como una estructura admirada por Dios y los ángeles a causa de su
armonía con el Modelo divino. Las facultades mentales y morales