Página 599 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 4 (2007)

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Las sociedades de extensión misionera
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que Dios nos ha dado no constituyen el carácter. Son talentos que
debemos aprovechar y, si lo hacemos adecuadamente, formarán un
carácter correcto. Un sembrador puede tener una semilla preciosa en
la mano, pero no es un frutal. Para que pueda ser un árbol, es preciso
plantarla. La mente es el huerto y el carácter el fruto. Dios nos ha
dado facultades para que las cultivemos y las desarrollemos. Nuestra
conducta determinará nuestro carácter. Educar esas facultades de
modo armónico para que formen un carácter valioso es tarea que
nadie puede hacer por nosotros.
Los que tienen rasgos de carácter ásperos y rudos son culpables
ante Dios si, con la educación, no reprimen y erradican toda la amar-
gura de su naturaleza. El hombre que se rinde a la impaciencia sirve
a Satanás. “Si os sometéis a alguien como esclavos para obedecerle,
sois esclavos de aquel a quien obedecéis”.
Romanos 6:16
. A los
ojos de Dios, un buen carácter es más precioso que el oro de Ofir.
El Señor quiere que los hombres trabajen aquí para la eternidad.
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Hemos recibido en herencia rasgos buenos y malos; al cultivarlos
podemos hacer que lo malo sea peor o lo bueno mejor. ¿Lo malo
ganará como sucedió con Judas o predominará el bien y borrará el
mal de nuestras almas?
Los principios, la justicia y la honradez deberían ser siempre
bien acogidas. La honradez no se quedará allí donde se dé lugar a la
política. Jamás entrarán en componendas; una es de Baal, y la otra
es de Dios. El Maestro exige de sus siervos que tanto sus motivos
como sus acciones sean honorables. Para muchos, tales personas no
son agradables; en cambio, para Dios son bellas.
Satanás trabaja para entrometerse en todas partes. No dudará
en separar amigos. Hay personas que siempre hablan y murmuran
levantando falsos testimonios, sembrando la semilla de la discordia
y engendrando discordias. El cielo considera a esa clase de personas
como los siervos más eficientes de Satanás. Pero aquél que es víctima
de las injurias se encuentra en una posición mucho menos peligrosa
que quien es adulado y alabado por unos cuantos esfuerzos que
parecen coronados por el éxito. La alabanza de los amigos aparentes
es más peligrosa que el reproche.
Quien se alaba a sí mismo empaña el lustre de sus mejores
esfuerzos. Un carácter verdaderamente noble no se doblegará ante
las falsas acusaciones de los enemigos. Cada palabra que se diga