Página 627 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 4 (2007)

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La sencillez en el vestir
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desviaban de Dios y la verdad. No recibieron el espíritu de Cristo
y manifestaron una gran falta de verdadera cortesía. En lugar de
valorar el vestido por sus ventajas reales, parecían estar orgullosas
de su singularidad. Quizá entre nosotros jamás surgió una cuestión
que causara un desarrollo del carácter como la reforma en el vestido.
Mientras muchas de las jóvenes adoptaron el vestido, algunas
quisieron evitar la cruz permitiéndose adornos de más, convirtién-
dolo así en una maldición más que en una bendición. Para las que
lo vestían con reticencia, por sentido del deber, se convirtió en un
pesado yugo. Otras, aparentemente las reformadoras más celosas,
manifestaron una triste falta de orden y pulcritud. No estaba confec-
cionado de acuerdo con el modelo aprobado. Algunas llevaban un
conjunto variado—el vestido confeccionado con una tela, la blusa
con otra y aun los pantalones con otra—. Otras llevaban una falda
muy larga, de modo que sólo se veía una pulgada de los pantalones
y así el vestido quedaba desproporcionado y de mal gusto. Esos
grotescos y desordenados vestidos desagradaban a muchas que de
buen grado habrían aceptado un vestido adecuadamente reformado.
Algunas estaban muy preocupadas porque no hice del vestido
una cuestión probatoria y otras aún porque aconsejé que aquellas que
tuvieran esposos o hijos incrédulos no lo adoptaran porque podría
traer la infelicidad y ello contrarrestaría el bien derivado de su uso.
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Durante años llevé la carga de esta obra y trabajé por establecer una
uniformidad en el vestido de nuestras hermanas.
En una visión que el 3 de enero de 1875 se me concedió en Battle
Creek se me mostró el estado de cosas que he representado aquí y
que la gran diversidad en el vestido era perjudicial para la causa de
la verdad. Lo que tenía que haber sido una bendición si se hubiera
adoptado uniformemente y llevado con propiedad, se convirtió en
un reproche y, en algunos casos, una desgracia.
Algunas que llevaban el vestido suspiraban como si de una pesa-
da carga se tratase, su corazón decía: “Cualquier cosa menos esto. Si
se nos permitiera abandonar este estilo extraño estaríamos dispuestas
a aceptar un vestido de longitud ordinaria sin adornos. Las piernas
podrían estar cubiertas tan cálidamente como antes y podríamos
disfrutar de todos los beneficios físicos. Preparar un vestido refor-
mado requiere mucho tiempo”. Murmurando y quejándose destruían
rápidamente la piedad vital.