Página 631 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 4 (2007)

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La sencillez en el vestir
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tal. Es tan inconsecuente para con nuestra profesión de fe, que nos
ridiculiza ante los ojos de los mundanos.
Más de un alma que estaba convencida de la verdad se ha visto
inducida a decidirse contra ella por el orgullo y el amor al mundo
que manifestaron nuestras hermanas. La doctrina que se predicaba
parecía clara y armoniosa, y las oyentes sentían que debían tomar
una pesada cruz al aceptar la verdad. Cuando estas personas vieron
a nuestras hermanas haciendo tanta ostentación en el vestir, dijeron:
“Estas personas se visten tan vistosamente como nosotras. No pue-
den creer realmente lo que profesan; y al fin y al cabo deben estar
equivocadas. Si realmente pensaran que Cristo va a venir pronto, y el
caso de cada alma debe decidirse para la vida o la muerte eterna, no
dedicarían su tiempo y su dinero a vestirse de acuerdo con las modas
existentes”. ¡Cuán poco sabían del sermón que estaban predicando
sus vestidos, estas hermanas que profesaban tener fe!
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Nuestras palabras, nuestras acciones y nuestra indumentaria pre-
dican diariamente y en forma vívida, y juntan para Cristo o dispersan.
Esto no es un asunto trivial, que se ha de dejar a un lado con una
broma. El tema de la indumentaria exige seria reflexión y mucha
oración. Muchos incrédulos han sentido que no han estado hacien-
do bien al permitir que los esclavizara la moda; pero cuando ven
vestirse como los mundanos y gozar de una sociedad frívola a algu-
nas personas que hacen alta profesión de piedad, deciden que una
conducta tal no debe ser mala.
El apóstol inspirado dice: “Hemos llegado a ser espectáculo al
mundo, a los ángeles y a los hombres”.
1 Corintios 4:9
. Todo el cielo
está tomando nota de la influencia diaria que ejercen sobre el mundo
los profesos seguidores de Cristo. Hermanas, vuestro vestido habla
en favor de Cristo y la verdad sagrada, o en favor del mundo. ¿Qué
dice? Recordad que todos tendremos que dar cuenta a Dios por la
influencia que ejercemos.
De ninguna manera quisiéramos estimular la negligencia en
el vestir. Que el atavío sea apropiado y decoroso. Aunque se lo
confeccione con una tela de algodón de pocos pesos el metro, debe
mantenérselo aseado y limpio. Si no hay frunces la persona que lo
ha de llevar no sólo puede ahorrarse algo haciendo el vestido ella
misma, sino que puede economizar pequeñas sumas al lavarlo y
plancharlo por si misma. Las familias se imponen pesadas cargas