Página 633 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 4 (2007)

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La sencillez en el vestir
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Pero el mayor de los males es la influencia que se ejerce sobre
los niños y los jóvenes. Casi tan pronto como vienen al mundo,
están sujetos a las exigencias de la moda. Los niñitos oyen hablar
más del vestido que de su salvación. Ven a sus madres consultando
con más fervor los figurines de modas que la Biblia. Hacen más
visitas a la tienda y a la modista que a la iglesia. La ostentación
exterior recibe mayor consideración que el adorno del carácter. Si
se ensucian los lindos vestidos, ello arranca vivas reprimendas y los
ánimos se vuelven irritables bajo la continua restricción.
Un carácter deformado no molesta tanto a la madre como un
vestido sucio. El niño oye hablar más de los vestidos que de la
virtud; porque la madre está más familiarizada con la moda que con
su Salvador. Con frecuencia, su ejemplo rodea a los jóvenes con una
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atmósfera venenosa. El vicio, disfrazado con el atavío de la moda,
se introduce entre los niños.
La sencillez en el vestir hará que una mujer sensata tenga la apa-
riencia más ventajosa para ella. Juzgamos el carácter de una persona
por el estilo del vestido que lleva. El atavío vistoso indica vanidad y
debilidad. Una mujer modesta y piadosa se vestirá modestamente.
Un gusto refinado y una mente culta se revelarán en la elección de
atavíos sencillos y apropiados.
Hay un adorno que no perecerá nunca, que promoverá la felicidad
de todos los que nos rodean en esta vida y resplandecerá con lustre
inmarcesible en el futuro inmortal. Es el adorno de un espíritu manso
y humilde. Dios nos ha ordenado llevar sobre el alma el atavío
más rico. Cada mirada que echan al espejo debiera recordar a las
adoradoras de la moda el alma que descuidan. Cada hora malgastada
en el atavío les merece una reprensión por dejar inculto el intelecto.
Podría haber entonces una reforma que elevaría y ennoblecería todos
los fines y propósitos de la vida. En vez de procurar adornos de oro
para la vista, se haría un esfuerzo ferviente para obtener la sabiduría
que es de más valor que el oro fino; si, que es más preciosa que los
rubíes.
Quienes adoran ante el altar de la moda tienen poca fuerza de
carácter, y poca energía física. No tienen un propósito grande para
la vida y su existencia no logra ningún fin de valor. Encontramos
por doquiera mujeres cuya mente y corazón están absortos en su
amor por el vestido y la ostentación. Sus almas están atrofiadas