Página 639 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 4 (2007)

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La educación adecuada
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disciplinados, mientras que otros lo fueron demasiado, y una vez
separados de las manos vigilantes que sujetaban las riendas del con-
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trol con rigidez tal vez excesiva, se sienten libres para hacer lo que
quieren. Desprecian el mismo pensamiento de la restricción. Estos
diversos elementos reunidos en nuestro colegio, imponen cuidados,
cargas y pesada responsabilidad, no sólo a los maestros, sino a toda
la iglesia.
Los alumnos de nuestras escuelas están expuestos a múltiples
tentaciones. Serán puestos en relación con individuos de casi toda
disposición mental y moral. Los que han tenido experiencia religio-
sa son censurables si no se colocan en posición para resistir toda
mala influencia. Pero muchos prefieren seguir sus inclinaciones. No
consideran que pueden forjar o destruir su propia felicidad. Está en
su poder el aprovechar de tal manera su tiempo y sus oportunidades,
que desarrollen un carácter que los hará felices y útiles.
Los jóvenes que residen en Battle Creek están en peligro cons-
tante porque no se unen al cielo. Si fueran fieles a su profesión
serían misioneros de Dios. Al manifestar interés, compasión y amor
cristianos podrían aprovechar la juventud para venir a Battle Creek
desde otros lugares. Es preciso que se haga un esfuerzo sincero para
que esos forasteros no escojan amistades superficiales, frívolas y
amantes de los placeres. Los tales ejercen una influencia desmorali-
zadora en el colegio, en el sanatorio y en la agencia de publicación.
El número de los que se cuentan entre nosotros aumenta constan-
temente a la vez que se desvanecen sin cesar la vigilancia y el celo
por guardar el fortín. Si abrieran los ojos, todos verían hacia donde
tienden estas cosas.
Muchos se mudan a Battle Creek para que sus hijos disfruten de
los beneficios del colegio y, al mismo tiempo, no sienten la responsa-
bilidad de tal decisión. No se aperciben de que deben considerar algo
más que su interés egoísta, que pueden ser más un obstáculo que una
bendición, a menos que vengan con el firme propósito de hacer bien
tanto como de recibirlo. Aun así, nadie tiene que perder su espiri-
tualidad por venir a Battle Creek. Si seguimos a Cristo, nadie tendrá
poder para apartarnos de la senda dispuesta para que los rescatados
del Señor anden por ella. Nadie está obligado a copiar los errores de
los que profesan ser cristianos. Si alguien ve las equivocaciones y las
faltas de otros, será responsable ante Dios y ante sus semejantes si
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